Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
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pala¬bras, se levanta de un brinco y baila. Y cuando la misma danza no le es suficiente, apoya en<br />
las rodillas su santuri y tañe: en ocasiones, una m<strong>el</strong>odía salvaje, y tú te sientes sofo¬cado, porque<br />
comprendes de pronto que tu vida transcurre insípida y mísera, indigna de un hombre; en otras, la<br />
m<strong>el</strong>odía es dolorosa, entonces sientes que la vida pasa y se te desliza por entre los dedos como<br />
arena, y que no hallarás salvación.<br />
»Mi corazón va y viene, de un lado a otro d<strong>el</strong> pecho, como la lanzadera d<strong>el</strong> tejedor. Está tejiendo<br />
la t<strong>el</strong>a de estos meses que he de pasar en Creta, y, ¡quiéralo Dios!, creo que soy f<strong>el</strong>iz.<br />
»Dice Confucio: “Muchos buscan la dicha más alto que <strong>el</strong> hombre; otros, más bajo. Sin embargo, la<br />
f<strong>el</strong>icidad está a la altura d<strong>el</strong> hombre.” Es verdad. Existen, pues, tantas f<strong>el</strong>ici¬dades cuanto<br />
estaturas. Tal es, querido alumno y maestro, mi dicha de hoy: la mido, vu<strong>el</strong>vo a medirla,<br />
intranquilo, para conocer cuál es ahora mi talla. Porque, como bien lo sabes, la estatura de un<br />
hombre no es siempre la misma.<br />
»Los hombres, vistos desde mi soledad, aquí, no se me presentan como hormigas, sino, por lo<br />
contrario, como enor¬mes monstruos, dinosaurios y pterodáctilos, que viven en una atmósfera<br />
saturada de ácido carbónico, entre una espesa po¬dredumbre creadora. Una s<strong>el</strong>va<br />
incomprensible, absurda y lamentable. Las nociones de “patria” y de “raza” que te son caras, las<br />
nociones de “superpatria” y de “humanidad” que me sedujeron, adquieren igual valor ante <strong>el</strong><br />
soplo todopoderoso de la destrucción. Nos parece como si hubiéramos emergido para pronunciar<br />
algunas sílabas –a veces ni siquiera sílabas, sino sonidos inarticulados, un “¡ah!” o un “¡sí!”–<br />
después de lo cual nos rompemos. Y las ideas más <strong>el</strong>evadas, si se les abre <strong>el</strong> vientre, aparecen cual<br />
muñecas r<strong>el</strong>lenas de aserrín, dentro d<strong>el</strong> cual llevan oculto un resorte de hojalata.<br />
»Tú sabes que estas cru<strong>el</strong>es cavilaciones, lejos de obligar¬me a ceder son encendedores<br />
indispensables para mi llama interior. Porque como lo dijo mi maestro Buda: “he visto”. Y pues he<br />
visto y me he entendido mediante una guiñada con <strong>el</strong> invisible director de escena que rebosa buen<br />
humor y fantasía, puedo, en lo sucesivo, desarrollar hasta <strong>el</strong> fin, es decir, en forma coherente y sin<br />
desmayo, <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> que me ha tocado representar en la tierra. Pues, habiendo visto, he colaborado<br />
yo también en la obra que estoy representando en <strong>el</strong> escenario de Dios.<br />
»Y así es cómo, al pasear la mirada por la escena uni¬versal, te veo, allá, en las legendarias<br />
guaridas d<strong>el</strong> Cáucaso, donde desempeñas tú también <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> que te ha tocado; te empeñas en<br />
salvar a algunos miles de almas de nuestra raza d<strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro mortal en que se encuentran. Seudo-<br />
Prometeo, padeces, sin embargo, verdadero martirio al combatir contra las fuerzas oscuras d<strong>el</strong><br />
hambre, d<strong>el</strong> frío, de la enfermedad y de la muerte. Pero tú, de natural orgulloso, debes de sentirte<br />
regocijado por tener ante ti fuerzas oscuras tan nu-merosas e invencibles: pues de tal modo tu<br />
empresa, al ser casi sin esperanza se hace más heroica y tu alma alcanza una grandeza más trágica.<br />
»Ciertamente, consideras la vida que vives como una di¬cha. Y si así la entiendes, así es. Tú<br />
también has cortado la f<strong>el</strong>icidad a tu altura, y la talla tuya, ¡loado sea Dios!, es ahora mucho mayor<br />
que la mía. El buen maestro no desea recompensa más brillante que ésta: la de formar un<br />
discípulo que lo sobrepase. ¬<br />
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