Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
–¿Pero por qué tanta prisa, <strong>Zorba</strong>?<br />
Vaciló un instante.<br />
–¿Por qué? ¡Pues porque quiero averiguar si he dado con la inclinación adecuada! Si fallamos,<br />
estamos fritos, patrón. Cuanto antes me entere de que estamos fritos, tanto mejor.<br />
Comió precipitadamente, glotonamente, y poco después resonaban en la ribera sus ronquidos. En<br />
cuanto a mí, me quedé despierto largo rato, contemplando las estr<strong>el</strong>las. Veía cómo <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o giraba<br />
lentamente con <strong>el</strong> movimiento de todas sus const<strong>el</strong>aciones, y la bóveda de mi cráneo, cual cúpula<br />
de observatorio, giraba al mismo compás que las estr<strong>el</strong>las. «Observa <strong>el</strong> moverse de los astros<br />
como si con <strong>el</strong>los te movie¬ras...» Este pensamiento de Marco Aur<strong>el</strong>io me llenaba <strong>el</strong> corazón de<br />
armonía.<br />
XXI<br />
Era la Pascua de Resurrección. <strong>Zorba</strong>, muy acicalado, cal¬zando gruesas medias de lana<br />
aberenjenada, que según decía tejiera una de sus comadres de Macedonia, iba y venía agitadamente<br />
por un otero cercano a la playa. Colocábase la mano a modo de visera sobre las<br />
espesas cejas y vigilaba <strong>el</strong> sendero que conduce a la aldea.<br />
–Demora ya, la foca vieja, tarda en venir, la gorrina, se demora demasiado, <strong>el</strong> pab<strong>el</strong>lón hecho<br />
jirones...<br />
Una mariposilla recién nacida alzó <strong>el</strong> vu<strong>el</strong>o y quiso posar¬se en los bigotes de <strong>Zorba</strong>. Pero al<br />
percibir <strong>el</strong> cosquilleo, resolló él, fuertemente, por las fosas nasales, y la mariposa, con toda calma,<br />
se marchó y desapareció en <strong>el</strong> aire luminoso.<br />
Esperábamos ese día la visita de doña Hortensia, para c<strong>el</strong>ebrar la Pascua en su compañía. Asamos<br />
un cordero, tendimos una sábana a guisa de mant<strong>el</strong> en la arena, teñimos de rojo los huevos<br />
tradicionales. Pensábamos, medio en bro¬ma, medio en serio, tributarle en aqu<strong>el</strong>la ocasión<br />
entusiasta acogida. Pues en la desierta playa en que morábamos, la sirena regordeta, perfumada y<br />
un tantico echada ya a perder, tenía para nosotros singular atractivo. Si no se hallaba pre¬sente,<br />
teníamos la vaga impresión de que algo nos faltaba, y era <strong>el</strong> olor, como de agua de colonia, una<br />
mancha roja a la luz d<strong>el</strong> día, <strong>el</strong> meneo zangoloteante, <strong>el</strong> andar de pato, la voz ligeramente ronca y<br />
los ojillos agrios y deslavados, lo que así echábamos de menos.<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 188