Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
–¿Y tú, qué hiciste, <strong>Zorba</strong>?<br />
<strong>Zorba</strong> se encogió de hombros.<br />
–«¡Puf, las mujeres!», me dije, y rompí la carta.<br />
Removió <strong>el</strong> arroz, le echó sal y rió sarcásticamente.<br />
–Espera, ahora oirás lo más gracioso. Dos meses más tarde, recibo d<strong>el</strong> muy tonto de mi hermano<br />
otra carta: «¡Sa¬lud y júbilo, querido hermano Alexis!», escribía <strong>el</strong> imbécil. «Ha sido reparada la<br />
honra, ahora puedes llevar alta la fren¬te, <strong>el</strong> hombre de marras se casó con Froso.»<br />
<strong>Zorba</strong> se volvió a mirarme. Al fulgor de su cigarrillo le veía brillantes los ojos. Nuevamente se<br />
encogió de hombros.<br />
–¡Puf, los hombres! –dijo con profundo desprecio.<br />
Y al rato:<br />
–¿Qué cabe esperar de las mujeres? Que tengan hijos con <strong>el</strong> primer llegado. ¿Qué cabe esperar de<br />
los hombres? Que caigan en <strong>el</strong> lazo como chorlitos. ¡Apúntalo en la memoria, patrón!<br />
Retiró la olla d<strong>el</strong> fuego; comimos.<br />
<strong>Zorba</strong> volvió a sumirse en sus meditaciones. Alguna pre¬ocupación lo atormentaba. Me miraba,<br />
entreabría la boca, la cerraba de nuevo. A la luz de la lámpara de aceite yo le veía los ojos<br />
inquietos, que reflejaban interior turbación.<br />
No pude aguantar.<br />
–<strong>Zorba</strong> –le dije–, tú quieres decirme algo, pues dím<strong>el</strong>o. ¡Ea, amigo, desembucha!<br />
<strong>Zorba</strong> callaba; cogió una piedrecilla y la arrojó con fuerza por la puerta abierta.<br />
–¡Deja esas piedras y habla!<br />
<strong>Zorba</strong> alargó <strong>el</strong> arrugado cu<strong>el</strong>lo.<br />
–¿Confías en mí, patrón? –preguntóme con tono an¬sioso, clavando la mirada en mis ojos.<br />
–Sí, <strong>Zorba</strong>. Hagas lo que hicieres, no puedes equivocarte. Aunque lo quisieras, no lo podrías. Eres,<br />
digamos, como un león, o como un lobo. Estas bestias no proceden jamás al modo de carneros o<br />
de asnos, no se apartan nunca de los ca¬rriles en que los puso su natural complexión. Igualmente<br />
tú: eres <strong>Zorba</strong> hasta <strong>el</strong> extremo de las uñas.<br />
<strong>Zorba</strong> meneó la cabeza.<br />
–Bien, pero no entiendo ya adónde diablos vamos.<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 57