Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
A punto estuve de lanzar una carcajada. ¿Un obispo? ¡Qué sorpresa! ¿Y la casulla de oro, y la<br />
mitra, y <strong>el</strong> báculo, y las piedras falsas multicolores? Por vez primera veía yo a un obispo en su<br />
atavío nocturno.<br />
–¿Qué fue ese disparo, Monseñor?<br />
–No lo sé, no lo sé... –balbucía empujándome suave¬mente hacia <strong>el</strong> interior de la habitación.<br />
Desde la cama, <strong>Zorba</strong> soltó la carcajada.<br />
–¿Estás asustado, padrecito? ¡Entra, pobre viejo, entra! Nosotros no somos monjes, no tengas<br />
miedo, pues.<br />
–<strong>Zorba</strong> –le dije quedo–, sé respetuoso: es <strong>el</strong> Obispo.<br />
–¡En camisa nadie es obispo! Entra, te digo.<br />
Se levantó, lo tomó d<strong>el</strong> brazo, lo ayudó a entrar y cerró la puerta. D<strong>el</strong> saco de provisiones extrajo<br />
una bot<strong>el</strong>la de ron y llenó un vasito.<br />
–Bebe, viejo. Con esto te volverá <strong>el</strong> alma al cuerpo.<br />
El viejezu<strong>el</strong>o vació <strong>el</strong> vaso: se recobró pronto. Sentado en mi cama, apoyó la espalda en la pared.<br />
–Muy Reverendo Padre, ¿qué fue <strong>el</strong> tiro que oímos?<br />
–No lo sé, hijo... Estuve trabajando hasta medianoche y me retiré a descansar, cuando de pronto<br />
oí en la c<strong>el</strong>da vecina, la d<strong>el</strong> padre Dometios...<br />
–¡Ah, ah, ah! –rió <strong>Zorba</strong>–. ¡Cuán verdaderas eran tus palabras, viejo Zaharia! ¡Piara de cerdos!<br />
El Obispo inclinó la cabeza.<br />
–Debió de ser algún ladrón... –murmuró.<br />
En <strong>el</strong> corredor todo bullicio había cesado, <strong>el</strong> monasterio de nuevo se sumía en <strong>el</strong> silencio. En la<br />
bondadosa mirada d<strong>el</strong> Obispo, que ahora turbaba <strong>el</strong> espanto, había una súplica muda.<br />
–¿Tienes sueño, hijo?<br />
Comprendí que no quería irse y hallarse a solas en su c<strong>el</strong>da. Tenía miedo.<br />
–No –respondí–, no tengo sueño. Quédese usted.<br />
Conversamos. <strong>Zorba</strong>, apoyado <strong>el</strong> codo en la almohada, arrollaba un cigarrillo.<br />
–Pareces ser un joven culto –me dijo <strong>el</strong> viejezu<strong>el</strong>o–. Aquí no encuentro con quien hablar. Tengo<br />
concebidas tres teorías que son <strong>el</strong> consu<strong>el</strong>o de mi vida. Con placer te las comunicaría, hijo mío...<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 166