Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
–¿No hablas, patrón? ¡Si lo sabes, dím<strong>el</strong>o, para que yo conozca también su nombre, y, no te aflijas,<br />
déjalo a mi cargo, yo sabré componérm<strong>el</strong>as con él! Sin saberlo, ¿adónde iría, a la ventura?<br />
Solamente a estr<strong>el</strong>larme y romperme la cara.<br />
–Tengo ganas de comer –le dije–. Prepara la comida. ¡Primero comamos!<br />
–¿No se puede estar una noche sin comer, patrón? Un tío mío era monje y en los días de<br />
entresemana se alimentaba solamente de agua y sal; los domingos y fiestas de guardar agregaba<br />
un poco de salvado. Vivió ciento veinte años.<br />
–Vivió ciento veinte años, <strong>Zorba</strong>, porque tenía fe. Había dado con su Dios, no lo aquejaba<br />
preocupación alguna. Pero nosotros, <strong>Zorba</strong>, no tenemos Dios que nos alimente; por lo tanto,<br />
enciende fuego, y con esas doradas que compramos apróntanos una sopa bien caliente, espesa,<br />
con abundantes cebollas y sazonada con pimienta, como nos gusta. Después, veremos...<br />
–¿Qué veremos? –dijo fastidiado–. Con <strong>el</strong> estómago lleno, echaremos todo en olvido.<br />
–¡Precisamente es lo que deseo! Para eso sirve <strong>el</strong> ali¬mento, <strong>Zorba</strong>. ¡Ea, a la obra, guísanos una<br />
sopa de pescado, viejo, para que no nos estalle la cabeza!<br />
Pero <strong>Zorba</strong> no se movía. Inmóvil, seguía mirándome.<br />
–Oye, patrón, conozco los proyectos que alientas. Mira: hace un rato mientras hablabas, como a la<br />
luz de un r<strong>el</strong>ám¬pago los he visto.<br />
–¿Y cuáles son mis proyectos, <strong>Zorba</strong>? –pregunté in¬trigado.<br />
–Quieres edificar un monasterio, tú también ¡eso es lo que proyectas! Un monasterio en que<br />
pondrás, en lugar de monjes, a unos cuantos rascapap<strong>el</strong>es de tu especie, que vivan garrapateando<br />
día y noche. Y al fin, como a los santos que se ven en las imágenes, os saldrán de la boca unas<br />
cintas impre¬sas. ¿He adivinado, no?<br />
Incliné la cabeza entristecido. ¡Viejos sueños de juventud, amplias alas cuyas plumas cayeron;<br />
ingenuos, generosos, no¬bles impulsos!... Dar vida a una comunidad espiritual, ence¬rrarnos una<br />
docena de camaradas, músicos, pintores, poe¬tas... trabajar todo <strong>el</strong> día libremente, reunirnos por<br />
la noche, comer, cantar juntos, leer, plantearnos los grandes problemas, derribar las respuestas<br />
envejecidas, que pretenden resolverlos. Ya tenía yo redactado <strong>el</strong> reglamento de la comu¬nidad.<br />
Hasta local le había hallado, en San Juan Cazador, en un valle d<strong>el</strong> Himeto...<br />
–¡Acerté! –dijo <strong>Zorba</strong>, muy contento, viendo que per¬manecía callado.<br />
»–Pues bien, en tal caso, he de pedirte un favor, santo Higúmeno: que me des <strong>el</strong> cargo de portero<br />
en tu convento; así podré entregarme al contrabando y hacer que pasen de cuando en cuando<br />
ciertas mercaderías extrañas: mujeres, mandolinas, damajuanas de raki, lechoncillos asados... Sólo<br />
para que no malgastes la vida en puras paparruchas.<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 151