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capítulo ii. siglo xvii<br />

Por su parte, Enrico Martínez, ya reinstalado, trabajaba con tal energía, que en<br />

cuatro meses reparó todos los descalabros que el desagüe había sufrido durante su<br />

abandono, poniéndolo en capacidad de darle salida al Cuautitlán y a todas las aguas<br />

que aumentaban el volumen del lago de Zumpango. Con ello se cerró el año de 1628.<br />

El diluvio novohispano<br />

En junio de 1629 llegaron las precipitaciones que, aunque anegaron la mayoría de<br />

barrios, no provocaron tanta inquietud por la confianza que se tenía en la labor de<br />

Martínez, quien al sospechar lo que sucedería, el 29 de junio acudió al Ayuntamiento<br />

a solicitar fondos para “cerrar algunos portillos abiertos en el albarradón”. Una vez<br />

satisfecha su demanda, se dirigió al lago de Zumpango, donde existía un dique que<br />

cortaba su parte occidental casi en dirección norte-sur e impedía que el río Cuautitlán<br />

invadiera el vaso del Zumpango o el del Citlaltépec, y formaba con ello un<br />

depósito de agua denominado laguna de Coyotepec. De ahí los excedentes corrían<br />

por un canal abierto hasta Huehuetoca, donde entraban en el tajo que formaba la<br />

obra del desagüe.<br />

La inundación de 1629 fue tan grave que se<br />

registró en los anales históricos indígenas<br />

de los habitantes de los alrededores.<br />

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