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capítulo iii. siglo xviii<br />

Al querer dar una respuesta al problema de las comunicaciones a favor del comercio<br />

y de la industria ante un panorama tan amplio como el de los caminos carreteros,<br />

solo le dio tiempo de detectar la problemática de dos: México-Veracruz y<br />

México-Toluca.<br />

De la ciudad de México a la de Veracruz había 80 leguas de 5000 varas, equivalentes<br />

a 50 leguas castellanas. El camino era llano y cómodo para coche en las tres<br />

cuartas partes del recorrido, mientras que el resto era montañoso con riesgo alto para<br />

los carruajes, por lo que únicamente se transportaban las mercancías que podían ir a<br />

lomo de animal. Las recuas invertían en su recorrido veintidós días, con buen tiempo,<br />

y treinta y cinco en época de lluvias. Los fletes, en promedio, podían ser de 11<br />

pesos por carga. Al considerar una carga de entre 10 y 12 arrobas, el barillaje pagaba<br />

a 16 pesos la carga; el hierro, acero y cacao, 9 reales la arroba; y el resto de las mercancías<br />

a 10 reales la arroba.<br />

El virrey pidió un proyecto cuyo objetivo primordial fuera construir un camino<br />

real que permitiera el desplazamiento de mercaderías mediante vehículos de ruedas<br />

con la consiguiente economía de tiempos, gastos y costos que repercutieran en un<br />

desarrollo comercial. El coronel de milicias, Pedro Ponce, presentó un proyecto en<br />

el que calculó que la recuperación y corrección del trazo correspondiente a Jalapa-<br />

Veracruz costaría aproximadamente 521 273 pesos. Pedro Aristegui presentó una segunda<br />

postura, con la solicitud de que, a cambio de hacerlo por sus propios medios,<br />

se le concediera cobrar a los arrieros “cuatro pesos por cada día de viaje”. Tras muchas<br />

discusiones se aceptó, aunque únicamente quedó en la primera fase de ejecución,<br />

pues en ese momento el conde de Revillagigedo entregaba el mando.<br />

Por otro lado, México-Toluca era un camino de 16 leguas en mal estado por<br />

ser muy pedregoso. Su importancia se significaba por la gran cantidad de granos<br />

que entraban a la ciudad de México provenientes del valle de Toluca y del obispado<br />

de Valladolid. El virrey le comisionó al capitán de ingenieros Manuel Agustín<br />

Mascaró un reconocimiento sobre el terreno, apoyado en los dos únicos planos<br />

trazados años atrás. Después de estudiar la información, el monto estimado y el<br />

cálculo del peaje para recuperar erogación (el presupuesto llegaba a los 102 331<br />

pesos), Mascaró anunció su licitación en la Gaceta de México. No hubo postores,<br />

por lo que la obra entró por gasto directo mediante un empréstito por la cantidad<br />

señalada al 5 % anual. Quien aportó el dinero fue el coronel de milicias Francisco<br />

Pérez Soñanes. Ya sin problemas económicos, los trabajos arrancaron el 14 de<br />

noviembre de 1793, bajo la dirección del director del proyecto, Mascaró, y de su<br />

segundo, el capitán de dragones Diego García Conde. Se inició en el cerro de las<br />

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