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ingeniería en méxico, 400 años de historia<br />

el Jueves Santo hasta el último día de la Pascua de Resurrección, se regaran las calles<br />

previamente al barrido para evitar polvaredas. A fin de agilizar el servicio se pensó en<br />

un cuerpo de vigilancia que, aunque fue aceptado por el Ayuntamiento, la carencia<br />

de fondos evitó que las calles se pudieran vigilar diariamente, por lo que se sugirió la<br />

formación de un padrón de vecinos por calle.<br />

Al empezar su gobierno, Félix María Calleja del Rey (1813-1816), después de<br />

estudiar el documento de Venegas, no solo consideró excelente la idea de formar<br />

un cuerpo de vigilancia, sino también de calificarla de respuesta ideal de algo que le<br />

venía preocupando: el problema sanitario de la urbe. Así lo dio a saber por el bando<br />

del 19 de julio de 1813, y de la idea se pasó a lo concreto, pues a partir de julio y<br />

hasta septiembre de 1813, cada encargado de cuartel le entregó al Ayuntamiento los<br />

listados, calle por calle, de quienes habían aceptado formar el cuerpo de vigilancia<br />

ciudadana. Como complemento se auxilió la ronda nocturna en las rutas correspondientes<br />

a los carros de excretas, ya que, ante la falta de observadores el compromiso<br />

pactado entre los carretoneros y el Ayuntamiento no se cumplía; por ello, la población<br />

empezó a inconformarse con el mal servicio que brindaban las autoridades.<br />

Para 1816 el problema de la saturación de tiraderos continuaba, lo que obligó<br />

al virrey Juan Ruiz de Apodaca (1816-1821) a disponer una serie de visitas a cargo<br />

del arquitecto mayor del Ayuntamiento, junto con el asentista de Limpia, con la responsabilidad<br />

de comprometerse a reconocer todos los arrabales extramuros donde<br />

se depositaba la basura y dar sugerencias al respecto. De los primeros tiraderos que<br />

visitaron fue el llamado Pobrehído, “donde se hallaba el quemadero de San Lázaro”,<br />

y el otro, ubicado en la plazuela de la Viña. Además se sugería no seguir utilizando<br />

el tiradero de Tepito.<br />

Dado que era sabido que los tiraderos no cubrían la necesidad de disposición final<br />

de excedentes, el virrey recibió en noviembre de 1816 una respuesta a la solicitud hecha<br />

con anticipación al arquitecto “maestro mayor más antiguo de esta […] ciudad”, acerca<br />

de otros sitios para depósitos mayores y del estado que en general guardaba el suelo<br />

para recibir cargas anormales de basura. Su informe hablaba de que aún quedaban algunos<br />

hoyos en los terrenos bajíos desde la garita de San Lázaro hasta la de Coyoacán.<br />

Agregaba que hacia el oriente, existía un terreno antiguo junto a la ermita arruinada de<br />

San Dieguito de la feligresía de la Palma, mientras que por el sur, “desde el barrio de<br />

San Pablo al de Belem no ha quedado más tiradero que un corto tramo entre los barrios<br />

de San Salvador y Monserrate”. Por la parte del poniente dos tiraderos permanecían<br />

inundados por las lluvias, uno, “desde la espalda de la casa habitación que fue de don<br />

Francisco Iglesias al barrio o capilla de la Candelaria, y el otro, a la derecha del tramo<br />

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