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capítulo i. siglo xvi<br />

cuidadoso estudio de volumen-velocidad a lo largo del trayecto, desde la actual iglesia<br />

de San Mateo en Churubusco hasta las Casas Reales (actualmente la sede del gobierno<br />

de la ciudad de México), donde señalaron la posible altura, nada escasa, que alcanzaría<br />

el nivel del agua, y concluyeron que el riesgo era casi inevitable.<br />

Tras analizar durante algunos días el asunto, Enríquez de Almanza concluyó que<br />

la altura y la distancia, lejos de constituir un doble impedimento, eran una ventaja,<br />

pues la caída podría encauzarse por las propias cañadas cercanas al manantial, las<br />

cuales servirían de vasos reguladores para hacer llegar el caudal con una corriente<br />

controlada mediante un sistema que evitara la construcción de un acueducto de<br />

mampostería en una buena parte del trayecto hasta entroncar con la entrada a la<br />

urbe mediante un acueducto que, por su longitud, disminuiría su costo. Así pues, se<br />

suspendieron las obras del Churubusco y se dio comienzo a las de Santa Fe.<br />

Para llevar a cabo la obra, el virrey le prestó 8000 pesos al Ayuntamiento, cantidad<br />

que tuvo que incrementarse mediante un libramiento de 5000 pesos a cargo del<br />

obrero mayor, Jerónimo López, para poder cubrir gastos de construcción y salarios<br />

de los operarios. No obstante, a pesar del respaldo económico y de volver a solicitarse<br />

un nuevo libramiento por igual cantidad, el virrey, un tanto desconfiado del Ayuntamiento,<br />

pidió que se presentara una relación de los gastos aplicados a las obras del<br />

Santa Fe, misma que le fue entregada en Cabildo el 26 de septiembre de 1572. En<br />

un solo año se habían invertido cerca de 35 000 pesos y la obra seguía demandando<br />

más, por lo que se buscó un acreedor que cubriera el resto del presupuesto estimado.<br />

Baltazar Rodríguez de los Ríos facilitó 125 000 al 5 % anual, con lo que se hipotecó<br />

para su beneficio el producto de la sisa que, no obstante su arbitrio, se tuvo por<br />

excepcional, y como tal, intocable. Un hecho curioso es que la deuda se prolongó<br />

tanto, que se liquidó aproximadamente hasta el siglo XIX.<br />

Al fin, en 1576 se erigió una extraordinaria obra de ingeniería hidráulica que aprovechaba<br />

el antiguo acueducto de la Tlaxpana o de Chapultepec como apoyo para levantar<br />

uno nuevo encima, logrando así una vía hidráulica altamente funcional de dos<br />

cuerpos al correr por el de arriba, agua proveniente de Santa Fe, delgada y de magnífico<br />

sabor; y por el de abajo o el viejo, la gruesa, que afloraba del manantial de Chapultepec.<br />

Gracias a que el acueducto de doble cuerpo permitió alimentar la caja reguladora<br />

al final de su trazo (actualmente la esquina de av. Hidalgo y eje Lázaro Cárdenas) con<br />

un abasto de aproximadamente 10 000 l/min, el virrey dispuso tender un tercer eje<br />

básico a la red subterránea, el de San Lorenzo, para alcanzar un volumen más que<br />

suficiente para satisfacer a una población calculada en poco menos de 30 000 habitantes,<br />

lo que significaría una notable mejora en el servicio urbano.<br />

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