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capítulo iv. siglo xix<br />

por el rumbo de Santo Tomás, y les siguieron las afectaciones de 1867 y 1868; esta<br />

última aumentada por el río Remedios. En ese momento, los ríos de los Remedios,<br />

Tlanepantla, Consulado, Chico, la Piedad, Churubusco, Guadalupe, Morales, San<br />

Joaquín y Asunción captaron también la máxima atención.<br />

Durante una década (1870-1879) se presentaron desbordamientos, casi siempre<br />

por basura en el Churubusco, el Consulado y el Guadalupe; el Consulado era el de<br />

mayor incidencia y gravedad. Razón por la cual se expeditó la contratación de gente<br />

para “evitar la inundación de esta capital a causa de los reventazones de los ríos”, acción<br />

que en 1876 estuvo a cargo de particulares.<br />

El Ayuntamiento gastaba grandes cantidades de dinero en respuesta a una demanda<br />

constante de saneamiento sin la ayuda de los ribereños, que tiraban todo tipo de<br />

desechos, y se registraron acumulaciones de basura de entre 55 y 75 pulgadas. Por<br />

ello se ordenó que a partir de ese año los gastos corrieran a cargo de operarios bajo<br />

contrato del Cabildo y, en otros casos, por municipios, ayuntamientos y particulares,<br />

con vigilancia del Ministerio de Fomento. Un ejemplo fue la obra de control en el<br />

Tacubaya para impedir tomas indebidas en su vaso receptor, en el área del potrero de<br />

las Culebritas, cerca del pueblo de la Piedad, en 1892 con Porfirio Díaz.<br />

Prácticamente la centuria se cerró con una muy grave escasez de agua potable,<br />

por lo que el número de pozos artesianos tuvo que aumentarse y se retomó el antiguo<br />

proyecto de abasto urbano mediante fuentes lejanas.<br />

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