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ingeniería en méxico, 400 años de historia<br />

por dentro” de sus casas “como se había practicado antes”, so pena de quinientos<br />

pesos. Se prohibía la presencia de zahúrdas dentro de la traza, pues las inmundicias y<br />

grasas atascaban las cañerías y traían consigo hedores e insectos.<br />

En sus recorridos, el virrey se dio cuenta del abandono en que se encontraban los<br />

acueductos, como en el caso del que conducía el agua del río Tlalnepantla al pueblo<br />

de Guadalupe, que además era refugio de “gente de mal vivir”. La tarea de rescate de<br />

la obra no resultó fácil al tratarse de una construcción de poco más de 9000 varas,<br />

de las cuales 2000 eran atarjeas y las restantes de 1522 arcos. En ese mismo tema, la<br />

alberca mayor de Chapultepec llenó de asombro tanto al virrey como al Ayuntamiento,<br />

al enterarse de que el agua que contenía prácticamente había desaparecido<br />

en una noche. La causa eran las fracturas de la alberca, que también se presentaban<br />

en casi todo el trayecto del acueducto, por lo que la recuperación representaría una<br />

erogación cercana a los 150 000 mil pesos. Otro acueducto que dejó de abastecer a la<br />

ciudad por problema de fugas fue el de Santa Fe, cuya reparación causó un disgusto<br />

generalizado. Para 1744 el cuarto eje básico de alimentación hidráulica, el acueducto<br />

de Belem, se vio afectado por hundimientos en buena parte del trayecto y también<br />

por problemas en la alberca menor de Chapultepec. Los trabajos respectivos recayeron<br />

en el regidor Juan Antonio Humarán, cuatro maestros de arquitectura y el<br />

ingeniero Félix Prosperi, a quien se le trajo de Veracruz.<br />

La valía cultural e intelectual<br />

El virrey prestó especial atención a la educación en sus diversos niveles. Algunos<br />

ejemplos son el Colegio de San Ildefonso, de jesuitas; el Colegio de Portaceli, de<br />

dominicos; el de San Ramón, de los mercedarios; y el de San Gregorio, para indígenas.<br />

Por su parte, la Real y Pontificia Universidad fue la de mayor respaldo, con una<br />

dotación real de 1000 pesos de oro de minas anuales, por estar destinada a “desterrar<br />

de las Indias las tinieblas de la ignorancia”.<br />

El cuidado y la atención a la educación se reflejaba en los respectivos planes de<br />

estudio destinados a mejorar la calidad de los egresados, quienes además conservaban<br />

la jovialidad. Cabe mencionar que a los estudiantes del Colegio de San Ildefonso<br />

se les llamaba “cocheros”; a los gregorianos, “zopilotes”; a los seminaristas, “mulas”;<br />

y a los del Colegio de San Juan de Letrán, “conejos”. La idea del virrey era que solo<br />

reforzando la educación se lograría extirpar los problemas de vagancia.<br />

Fueron abundantes quienes respaldaron en tierras americanas el programa de<br />

ilustración de Carlos III. Entre los más conocidos estuvieron Juan José de Eguiara<br />

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