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ingeniería en méxico, 400 años de historia<br />

Siguiendo la práctica de sus predecesores buscó interiorizarse del estado del virreinato,<br />

en especial de la ciudad capital. Al saber de la falta de agua y de los proyectos interrumpidos<br />

de abastecimiento, consideró el asunto entre los más importantes. Una<br />

de sus primeras acciones consistió en inspeccionar el alimentador urbano de Chapultepec,<br />

donde encontró los caños azolvados y sucios, lo cual podría ser la causa de<br />

la escasez del agua. Sin embargo, a pesar de la limpieza ordenada, el agua siguió escaseando;<br />

el problema radicaba en la disminución del volumen de su aforo. Para resolver<br />

la situación, se convocó a una junta de Cabildo a personas conocedoras del tema<br />

para que presentaran su parecer. Ahí se discutieron las posibilidades de Churubusco,<br />

San Agustín de las Cuevas (Fuentes Brotantes, Tlalpan) y Santa Fe como posibles<br />

abastecedores. Ante la diversidad de opiniones, la máxima autoridad del reino acudió<br />

como primera instancia a inspeccionar cada una de las posibles fuentes, a fin de<br />

darse cuenta de la realidad. La de Churubusco parecía buena por su cercanía a la<br />

ciudad y por su altura, que no pasaba de 4.20 m. El agua de San Agustín también era<br />

espléndida al igual que su aforo; sin embargo, mostraba el siguiente inconveniente:<br />

estaba 160 m arriba de la traza y aproximadamente a 15 km de distancia de la ciudad,<br />

lo que significaba una caída de agua tremenda con una presión en ese momento<br />

prácticamente difícil de controlar.<br />

Un acueducto a prueba de presiones y con recorrido nada corto debía estudiarse<br />

a fondo; más aún que, por lo avanzado del proyecto Churubusco, el Ayuntamiento<br />

imprudentemente había pensado y sugerido conectar lo que podría ser el acueducto<br />

de San Agustín con el de Churubusco como vía auxiliadora, idea que fue de inmediato<br />

rechazada por el virrey, quien justificó su actitud en la premisa de que la presión que<br />

alcanzaría por la altura y la distancia haría estallar cualquier tubería o cauce, cerrado o<br />

abierto. El Ayuntamiento, un tanto descontrolado por el planteamiento real y también<br />

por el temor y rechazo que venían manifestando las parcialidades indígenas en ambos<br />

lados de la entrada sur de la ciudad, mandó que Leonel de Cervantes, procurador, y<br />

Pedro Lorenzo de Castilla, con un intérprete y un escribano, contrataran tres indios<br />

oficiales para medir y pesar el agua de Ochilobusco, a fin de saber tres cosas: la razón<br />

por la cual los naturales nunca intentaron volver a traer agua de ese manantial, qué<br />

tan cierto era lo que se hablaba de una inundación provocada por esa fuente y si habría<br />

posibilidad de una más por dicha razón. Los indígenas contestaron que durante<br />

el gobierno de Ahuízotl, la ciudad de Tenochtitlan permaneció prácticamente bajo<br />

las aguas porque fue abierto el venero de Churubusco cuatro años antes de su muerte<br />

y veintidós antes de la venida de los españoles, razón por la que se había cegado. En<br />

cuanto al peligro de una nueva inundación, los técnicos indígenas procedieron a un<br />

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