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cultivar la paz - Fuhem

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Históricamente, los conflictos a nivel local con frecuencia se abordabancon los mécanismes habituales o tradicionales para <strong>la</strong> solutión dedisputas. Las sociedades tradicionales no necesariamente compartían <strong>la</strong>perspectiva instrumentalista de <strong>la</strong> economía global moderna. Losconflictos no sólo se producían en un contexte económico en el cualgeneralmente se prefería minimizar el riesgo antes que maximizar <strong>la</strong>sutilidades, sino que también se basaban en conceptos culturalmenteespecifícos del valor y <strong>la</strong> espiritualidad que defínian lo sagrado, losecu<strong>la</strong>r y el campo de juego entre ellos. Sin embargo, con el co<strong>la</strong>pso de<strong>la</strong>s prácticas tradicionales y <strong>la</strong> penetratión de <strong>la</strong>s fuerzas económicasmundiales en el piano local, esos conflictos ahora a menudo caen bajo <strong>la</strong>jurisdicción del estado. El mayor alcance de <strong>la</strong> sociedad industrial y deconsume también ha transformado <strong>la</strong> definitión de los conflictos por losrecursos naturales (véanse Chevalier y Buckles, este volumen).En <strong>la</strong>s regiones periféricas, el estado con frecuencia ha actuado paraejercer su autoridad por razones de seguridad national, identidadnational y creatión de <strong>la</strong> nación, en contra de los intereses de losusuarios locales de los recursos (de Koninck 1994; Michaud 1994). Sinembargo, el estado se ve cada vez más restringido en su capacidad deactuar en forma uni<strong>la</strong>téral, aun en asuntos sobre los cuales puede tenerjurisdicción constitucional, como los recursos naturales. Los flujosmundiales de información pueden rápidamente situar los conflictoslocales en el escenario regional o mundial. Aun en situacionesconflictivas ais<strong>la</strong>das y oscuras, el acceso al teléfono, Internet y otrosinstrumentes de comunicación electrónica hace cada vez más difícil,incluso para los regímenes más autoritarios, detener <strong>la</strong> divulgatión deinformación contradictoria o impedir el escrutinio público de <strong>la</strong>sintervenciones en el conflicto. Esto se está convirtiendo en un problemaespinoso para los encargados de formu<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s políticas en todo el mundo.(Ejemplos de estas tendencias en el sudeste de Asia han sidodocumentados por Poffenberger [1990], Laohasiriwong y Kongdee[1995] y Posgate [1998].)Una respuesta ha sido aumentar el esfuerzo dedicado a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nificatiónde los recursos; otra, revisar <strong>la</strong>s políticas centrales re<strong>la</strong>cionadas con elmanejo de los recursos naturales. Se tiende a poner énfasis en <strong>la</strong>ssoluciones tecnocráticas, que establecen normas para <strong>la</strong> asignación delos recursos entre usos en conflictos. Si bien estes esfuerzos por evitarlos conflictos a veces son útiles, a menudo no tienen éxito (y puedenincluso ser contraproducentes). Aun así, fundamentalmente los actoresprincipales involucrados en los conflictos por los recursos en generalquieren resolverlos porque <strong>la</strong> incertidumbre que rodea los conflictos noresueltos aumenta los riesgos para el comercio y <strong>la</strong> subsistencia de

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