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es de color y, sutilmente, enroló a Emecheta en uno de sustextos, utilizando precisamente las mismas razones que hicierona Ogunyemi excluirla de su genealogía del mujerismoen la diáspora africana. Pero al igual que Ogunyemi,Christian proponía una narrativa de maduración en la historiade la escritura de sus antepasadas escritoras. La trayectoriade maduración de cada teórica proporcionaba un modeloespecífico del crecimiento del yo y de la comunidad enlas mujeres de la diáspora. Ogunyemi esquematizaba la historiade la conciencia de las mujeres del oeste africano apartir de los movimientos de liberación nacional, en términosde un coqueteo inicial con el feminismo y con el socialismo,que culminaba en un mujerismo maduro organizadoen tomo al grupo de una comunidad de mujeres en tantoque madres, sanadoras y escritoras centradas en la imagende «esposas cooperativas con un marido ausente». Esta últimaimagen no podía evitar ser un severo recordatorio de lasrealidades del trabajo en la emigración vividas por muchasmujeres rurales en el Africa colonial y postcolonial, inclusosi evocaba la positiva autosuficiencia de las mujeres casadas,contrastando con el estereotipo occidental de la parejaburguesa blanca (hetero)sexualizada, con su aislada y dependienteesposa y su consiguiente política negativa de «feminismo»de protesta.La narrativa de Christian esquematizaba la historia de laconciencia de las mujeres escritoras africanas en términosde una cronología poseedora de sugestivas similitudes y diferenciascon la de Ogunyemi. Christian afirmaba que, antesde 1950, las mujeres negras estadounidenses escribíanpara un público que las excluía en gran parte. Christian caracterizabala ficción como dirigida-a-otro, en vez de a labúsqueda interior, como respuesta a las definiciones racistasde la mujer negra que hace la sociedad blanca dominante.Zora Neale Hurston era la excepción a la regla. Christiantrazó un proceso de autodefinición inicial en los años cincuentay el nacimiento de la atención a las mujeres ordinariasde raza oscura. En líneas generales, los sesenta fueronuna década de búsqueda de unidad en la negritud comparti-204da, los setenta un periodo de exposición al sexismo en la comunidadnegra y los ochenta un tiempo de emergencia deuna cultura diversa de las mujeres negras comprometidas enencontrarse a sí mismas y en formar conexiones entre ellasque prometían trascender la raza y la clase social en una comunidadmundial basada en los lazos de madre e hija. Enlos ochenta, el terreno para la creciente comprensión de lapersonalidad de la mujer negra, esquematizada en las ficcionesde la diáspora, era universal.Concluiré sugiriendo una tercera lectura de la ficción deEmecheta, la mía, en tanto que feminista euroestadounidense,de clase media y universitaria, una lectura producida apartir de mi práctica pedagógica en estudios sobre las mujeresen los Estados Unidos durante los años ochenta, en unaclase en la que los estudiantes blancos sobrepasaban en númeroa los de color y las mujeres a los hombres. Incluidas enlos debates sobre e! posmodernismo, la multiplicidad de subjetividadessociales inherentes e impuestas a las mujeres ylas cuestiones sobre la posibilidad de la política feminista afinales de los mundos global y local del siglo xx, mis propiasdeducciones trataban de las poderosas ambigüedades de laficción narrativa de Emecheta y de las ficciones de su vida.Mi lectura valorizó sus heterogéneas personalidades comoexiliada, nigeriana, Ibo, feminista irlandesa/británica, mujernegra, escritora canonizada por la African Writers Series, escritorapopular que publicaba sus obras en libros baratos debolsillo y de literatura infantil, bibliotecaria, madre dependientede la beneficencia, socióloga, mujer sola, reinventorade la tradición africana, deconstructora de la tradición africana,miembro de! Advisory Council to the British Home Secretarysobre la raza y la igualdad, sujeto de disputa entrecomprometidas mujeristas multirraciales y teóricas feministasy figura internacional. En cuanto a Ogunyemi y a Christian,hubo un momento utópico anidado en mi lectura, unmomento que deseaba un espacio de responsabilidad políticay de ambigüedades, de multiplicidades y de afinidades sinidentidad. Estos suelen ser los placeres de los eternos turistasde la experiencia en territorios posmodernos devastados.205

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