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lugar a una revolución internacional en la teoria social durantelos últimos veinte años, produciendo además (y siendoen parte producidos por) revoluciones en el lenguaje político.Tal como lo expresaba Rathzel, «Nosotras, es decir,las mujeres del grupo editorial, vamos a sugerir algunas palabrasque faltan y queremos que otras sean escritas de nuevo,porque las mujeres no aparecen donde debieran» (comunicaciónpersonal, 2 de diciembre de 1983). Esta amablefrase identificaba un importante terreno de la lucha feminista:la canonización del lenguaje, de la política y de las narrativashistóricas en las prácticas editoriales, incluyendo a lasobras de referencia.«Las mujeres no aparecen donde debieran». Las ambigüedadesde la frase eran poderosas y tentadoras. Aquí teníayo la oportunidad de participar en la producción de un textode referencia. Me pedían hasta cinco folios mecanografiadossobre sexo/género. Sin pensarlo dos veces, acepté.Existía un problema inmediato: soy anglófona, con conocimientossomeros de alemán, francés y españoL Estasrenqueantes habilidades lingüísticas reflejan mi situaciónpolítica en un mundo social distorsionado por los proyectoshegemónicos de los Estados Unidos y la culpable ignoranciade sus ciudadanos, especialmente los blancos. El inglés,sobre todo el de los Estados Unidos, hace la distinción entresexo y género, la cual ha costado sudor y lágrimas en muchosterrenos sociales, tal como se verá en las páginas quesiguen. El alemán tiene una sola palabra, Geschlecht, que nosignifica lo mismo que las inglesas sex (sexo) o gender (género).Más aun, el proyecto del diccionario de traducir lasentradas de contribuyentes extranjeros al alemán, proponiadar cada una de las palabras en alemán, chino (caractereschinos y occidentales), inglés, francés, ruso (sólo en caracteresoccidentales) y españoL Las historias mezcladas deltechnologische Rationaliuit, weibliche Ásthetik.y weibliche Bildung. Noera éste, por supuesto, el vocabulario que Marx y Engels utilizaban cadadía, pero no puede estar ausente en un díccionario marxista de finalesdel siglo xx.214marxismo y del imperialismo amenazaban con ser grandesen la lista. Cada palabra heredaría tales historias.Al menos yo sabía que lo que estaba pasando con sex ycon genderen inglés no era lo mismo que lo que estaba ocurriendocon género, con genre y con Geschlecht. Las historiasespecíficas del movimiento femenino en las enormesáreas globales donde esas lenguas formaban parte de las luchaspolíticas eran la razón principal de las diferencias. Losviejos gramáticos hegemónicos -incluyendo a los sexólogos-habían perdido el control del género y de sus gemelosproliferantes. Ni Europa ni América del Norte podíanempezar a disciplinar el destino que sus lenguajes imperializantesalcanzarian en el siglo xx. Sin embargo, no tenia lamenor idea de cómo abordar el problema del sexo/género enruso o en chino. De manera progresiva fui viendo con claridadque tampoco tenía las ideas muy claras sobre cómo hacerloen inglés, en los Estados Unidos y, mucho menos, enel mundo anglófono. Existen tantos ingleses sólo en mi país,que de repente todos ellos me parecieron alemán al afrontarestos cinco folios para un diccionario marxista alemán quese estaba separando de su padre francés con vistas a ocuparsede nuevos movimientos sociales. Mi inglés estaba marcadopor la raza, la generación y el género (1), la región, la clasesocial, la educación y la historia política. ¿Cómo iba a sereste inglés la matriz necesaria para el sexo/género en general?¿Existía, incluso de palabra, algo parecido a sexo/géneroen general? Estaba claro que no. Estos no eran problemasnuevos para contribuyentes de diccionarios, sino, pensé, unapatatapolíticamente caliente. Pero el tiempo pasa y se acercabael momento de entregar mi trabajo. Ya era hora de sacarla pluma y escribir. Después de todo, a finales del sigloxx todos estamos literalmente inmersos escribiendo tecnologías.Esto forma parte de la implosión del género en elsexo y en el lenguaje, en la biología y en la sintaxis, favorecidopor la tecnociencia occidentaLEn 1985 me animé un poco al saber que lo que pretendíaelgrupo editorial era una entrada a propósito del sistemadel sexo/género. Era un respiro. Existía un lugar textual para215

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