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te estructurado» (Bhavnani y Coulson, 1986) y «el otro inadecuado»(Trinh, 1986-7, 1989) estructuran el campo del discursofeminista conforme éste descodifica lo que suele entendersepor «mujer» tanto dentro como fuera del «feminismo».Asimismo han surgido metáforas complejamenterelacionadas en la escritura feminista de las «mujeres blancas»:«clases político-sexuales» (Sofoulis, 1987), «cyborg»(Haraway), 1985 y capítulo 6 de este libro); yel sujeto mujerdel feminismo (de Lauretis, 1987).A principios de los ochenta fue establecida, en NuevaYork la editorial Kitchen Table: Women of Color Press, yempezó a publicar la teoria critica y otros escritos de mujeresradicales de color, lo cual debe ser estudiado en el contextode la publicación internacional, en diversos géneros,por parte de mujeres que escribian sus historias desde laconcienciación, desestabilizando así los cánones del feminismooccidental y los de otros muchos discursos. Conformelas posiciones sobre el sujeto heterogéneo y critico «mujerde color» iban siendo elaboradas en diversas prácticaseditoriales, la posición de «blanca» o de «occidental» erasiendo percibida como contestable y no como un destinoinescapable de raza o de etnicidad. Así, las mujeres «blancas»podrían ser consideradas responsables de sus posicionamientosactivos.La teoria de Rubin (1975) sobre el sistema del sexo/géneroexplicaba la complementaridad de los sexos (heterosexualidadobligatoria) y la opresión de las mujeres por loshombres a través de la premisa fundamental del intercambiode las mujeres en el establecimiento de la cultura a través delparentesco. Pero, ¿qué ocurre con este enfoque cuando lasmujeres no se encuentran en posiciones similares en la institucióndel parentesco? En particular, ¿qué ocurre con la ideadel género si grupos enteros de mujeres y de hombres estánsituados juntos fuera de la institución del parentesco, perorelacionados con el sistema de parentesco de otro grupo dominante?Carby (1987), Spillers (1987) y Hurtado (1989) indagaronel concepto de género mediante una exploración dela historia y de las consecuencias de estos temas.244Carby clarificó de qué manera en el Nuevo Mundo y,sobre todo, en los Estados Unidos, las mujeres negras nofueron constituidas como «mujeres» de la misma maneraque lo fueron las blancas. En vez de eso, y de manera simultánea,las mujeres negras fueron constituidas racial y sexualmente-marcadas como hembra (animal, sexualizaday sin derechos), pero no como mujer (humana, esposa enpotencia, transmisora del nombre del padre}- en una instituciónespecífica, la esclavitud, que las excluía de la «cultura»definida como la circulación de signos a través del sistemadel matrimonio. Si el parentesco investía a los hombrescon derechos sobre las mujeres que ellas no tenían, laesclavitud abolía el parentesco para un grupo en un discursolegal que producía grupos enteros de personas como propiedadenajenable (Spillers, 1987). MacKinnon (1982, 1987)definíó a la mujer como una figura imaginaria, el objeto deldeseo de otro hecho realidad. Las figuras «imaginarias» hechasrealidad en el discurso de la esclavitud eran objetos enotro sentido, que las hacía diferentes tanto de la figura marxistade la trabajadora enajenada como de la figura feminísta«no modificada» de objeto del deseo. Las mujeres libresen el patriarcado blanco de los Estados Unidos eran intercambiadasen un sistema que las oprimía, pero las mujeresblancas heredaban a los hombres y a las mujeres negras. Talcomo señaló Hurtado (1989, pág. 841), en el siglo XIX, lasfeministas prominentes blancas estaban casadas con hombresblancos, mientras que las feministas negras pertenecíana los hombres blancos. En un patriarcado racista, la«necesidad» que tienen los hombres blancos de una descendenciaracialmente pura colocaba a las mujeres libres y a lasno libres en espacios sociales incompatibles y simbólicamenteasimétricos.La mujer esclava estaba marcada por esas diferencias enel sentido más literal: la carne estaba vuelta como un calcetín,«añadiendo una dimensión léxica a las narrativas de lamujer en la cultura y en la sociedad» (Spiders, 1987, páginas67-8). Tales diferencias no terminaron con la emancipaciónformal, sino que han tenido consecuencias definitivas245

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