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Escritos diversos - Banco de Reservas

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<strong>Escritos</strong> <strong>diversos</strong> Emiliano Tejera<br />

<strong>de</strong> recursos <strong>de</strong> todo género, aguijoneado por el vivo <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> adueñarse por completo <strong>de</strong>l territorio<br />

<strong>de</strong> la isla, y ensoberbecido con los recientes triunfos que produjeron la unidad haitiana? Son hasta<br />

ahora un secreto para la historia las causas que impulsaron a Don josé núñez <strong>de</strong> cáceres a separar a<br />

su país <strong>de</strong> España en momentos tan expuestos; aunque se nota que había comprendido los peligros <strong>de</strong><br />

la empresa en el hecho <strong>de</strong> no proclamar la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia absoluta –que tal vez era su anhelo– y sí, la<br />

unión a colombia, que le ofrecía más probabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> éxito. Pero ¿podía él contar realmente con el<br />

asentimiento y los recursos <strong>de</strong> colombia? ¿Podrían llegarle a tiempo para sostener su obra? los hechos<br />

<strong>de</strong>struyeron su esperanza, si la fundaba en semejantes bases. Boyer, que espiaba el momento oportuno<br />

para caer sobre su presa, esparció sus agentes por todas partes, y sin más espera, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñando sabios<br />

consejos que le fueron dados por un previsor estadista haitiano, invadió el país, dominándolo a poco<br />

a favor <strong>de</strong> dos cuerpos <strong>de</strong> tropa numerosos; que entraron por las fronteras <strong>de</strong>l norte y <strong>de</strong>l Sud. Setenta<br />

días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> proclamada la unión a colombia el ejército <strong>de</strong> Haití ocupaba las fortalezas <strong>de</strong> Santo<br />

Domingo, y sus hijos tenían que agregar al dolor <strong>de</strong> verse sometidos, a odiosos extranjeros el que les<br />

causaba el sarcasmo <strong>de</strong> oír calificar <strong>de</strong> voluntaria y solicitada esa unión, que el país entero rechazaba,<br />

y que solo algunos pocos esclavos habrían quizás <strong>de</strong>seado entre las amarguras <strong>de</strong> su triste condición.<br />

Veintidós años gimió el dominicano en la dura servidumbre. ¿Qué ocurrió en ese lapso? ¿Qué<br />

pasos se dieron en la vía <strong>de</strong>l progreso? ¿Qué otro beneficio, fuera <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> los esclavos, se<br />

<strong>de</strong>rivó <strong>de</strong> acontecimiento tan trascen<strong>de</strong>ntal?<br />

¡Ah! contrista el ánimo el solo recuerdo <strong>de</strong> época tan impetuosa. ¡cuánto horror! ¡cuánta ruina!<br />

¡cuánta amargura <strong>de</strong>vorada en las soleda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hogar! ¡nunca la elegía, animada por intenso y legítimo<br />

dolor, produjo quejas más lastimeras, que las exhaladas por las madres dominicanas en sus eternas<br />

horas <strong>de</strong> angustia! Pena causaba el nacimiento <strong>de</strong>l niño, pena verlo crecer. ¿Para qué la hermosura <strong>de</strong><br />

la virgen, sino para que fuera más codiciada por el bárbaro dominador? ¿Para qué el fuerte brazo <strong>de</strong>l<br />

varón, si no iba a servirle sino para sostener el arma, que <strong>de</strong>bía elevar en las civiles contiendas, no<br />

al más hábil, ni al más liberal, sino al mejor representante <strong>de</strong> las preocupaciones populares <strong>de</strong> raza?<br />

¿Para qué la inteligencia <strong>de</strong>l joven, sino para hacerle compren<strong>de</strong>r en toda su fuerza la intensidad <strong>de</strong><br />

su <strong>de</strong>gradación? ¡Qué dolor el <strong>de</strong>l padre al <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> la vida, <strong>de</strong>jando a sus hijos en aquel mar sin<br />

orillas, más sombrío y pavoroso que los antros infernales <strong>de</strong>l adusto poeta florentino! ¡nada gran<strong>de</strong>,<br />

nada útil quedaba! las enreda<strong>de</strong>ras silvestres crecían a su antojo don<strong>de</strong> antes el cafeto doblaba sus<br />

ramas al peso <strong>de</strong> las rojas bayas, o don<strong>de</strong> el prolífico cacao encerraba en urnas <strong>de</strong> oro o púrpura el<br />

manjar <strong>de</strong> los dioses. El grito <strong>de</strong> los muchachuelos interrumpía el silencio <strong>de</strong> los claustros, que habían<br />

resonado un día con los viriles acentos <strong>de</strong> los córdobas, las casas y montesinos, y la araña cubría <strong>de</strong><br />

cortinas polvorientas la cátedra <strong>de</strong> los sabios profesores, que con su ciencia habían conquistado para<br />

su patria el honroso calificativo <strong>de</strong> Atenas <strong>de</strong>l nuevo mundo. los templos iban convirtiéndose en<br />

ruinas, o en cuarteles <strong>de</strong> los sectarios <strong>de</strong>l vodoux, y los conventos eran morada <strong>de</strong> lagartos y lechuzas.<br />

la iglesia, oprimida en occi<strong>de</strong>nte por la autoridad civil, no podía llenar con entera libertad su misión<br />

civilizadora, y los buenos pastores, o tomaban el bordón <strong>de</strong>l peregrino, o <strong>de</strong>bían resignarse, por honor<br />

a sus feligreses, a soportar prácticas sociales contrarias a las buenas costumbres antiguas. las familias<br />

pudientes huían <strong>de</strong> Santo Domingo como se huía antes <strong>de</strong> Sodoma y Gomorra, y con ellas los capitales,<br />

el saber, la ilustración, las prácticas agrícolas. las confiscaciones legales hacían bambolear el <strong>de</strong>recho<br />

<strong>de</strong> propiedad, y se preveía la llegada <strong>de</strong>l momento en que el color fuese una sentencia <strong>de</strong> muerte, y<br />

el nacimiento en el país un crimen imperdonable. ¡y esa situación la soportaban los <strong>de</strong>scendientes<br />

<strong>de</strong> los conquistadores <strong>de</strong> América!, los que habían vencido a los franceses en cien combates, los que<br />

rechazaron virilmente los ataques <strong>de</strong> Penn y Venables. ¡A qué abismo se había <strong>de</strong>scendido! ¡Esclavos <strong>de</strong><br />

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