Escritos diversos - Banco de Reservas
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<strong>Escritos</strong> <strong>diversos</strong> Emiliano Tejera<br />
no son <strong>de</strong> este lugar, pero que el tiempo se encargó <strong>de</strong> justificar, le supliqué no hiciera a nadie partícipe <strong>de</strong><br />
él. Así me lo ofreció, y no creo que, salvo la vaga indicación que tan precioso <strong>de</strong>pósito, hizo al Reverendo D.<br />
Francisco Xavier Billini y Hernán<strong>de</strong>z, canónigo <strong>de</strong> la Santa iglesia catedral, en fecha 30 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1868,<br />
cuando este sacerdote fue a <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> él, porque nos embarcábamos para el extranjero, a la sombra <strong>de</strong><br />
la capitulación <strong>de</strong> aquella fecha, no creo, repito, que refiriera el caso a ninguna otra persona.<br />
con motivo <strong>de</strong> los acontecimientos <strong>de</strong> 1868, <strong>de</strong> que acabo <strong>de</strong> hacer mérito, permanecimos<br />
algunos años en el <strong>de</strong>stierro, y fijamos nuestra resi<strong>de</strong>ncia en Aguadilla, isla <strong>de</strong> Puerto Rico. inútil es<br />
que te diga, porque lo sabes por ti mismo, supuesto que juntos hemos estado en el extranjero, cuál<br />
es generalmente el objeto <strong>de</strong> las conversaciones <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sterrado: la patria, siempre la patria. Así, <strong>de</strong>bes<br />
suponer que diariamente nos ocupábamos en nuestros coloquios <strong>de</strong> algún acontecimiento histórico<br />
o tradicional <strong>de</strong> la República.<br />
D. Tomás era por su edad, por su participación en los negocios públicos durante más <strong>de</strong> 65 años,<br />
por su profesión como abogado, y por otras circunstancias más, un archivo viviente, y si me permites<br />
la expresión, una enciclopedia nacional.<br />
conocía todas las crónicas; estaba en el secreto <strong>de</strong> todos los acontecimientos públicos y <strong>de</strong> muchos<br />
privados; había estado en relación con todos los hombres <strong>de</strong> posición <strong>de</strong> todas las épocas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
1805, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse; había asistido a los diferentes cambios políticos <strong>de</strong>l país, y <strong>de</strong>sempeñado siempre<br />
altos <strong>de</strong>stinos en él.<br />
Feliz <strong>de</strong> memoria, conservó intactas hasta muy pocos días antes <strong>de</strong> su muerte sus faculta<strong>de</strong>s<br />
intelectuales, a pesar <strong>de</strong> sus 85 años largos, y era su conversación amena y animada.<br />
Varias veces le insté para que escribiera algo <strong>de</strong> las tradiciones que conservaba, ofreciéndome a servirle<br />
<strong>de</strong> secretario; pero <strong>de</strong>jándolo <strong>de</strong> hoy para mañana, se contentaba con referirme algunos hechos.<br />
En Aguadilla, pues, volvió un día a caer la conversación sobre los restos <strong>de</strong> colón; y aunque<br />
<strong>de</strong> su primera confi<strong>de</strong>ncia a esa fecha (1870 ó 1871), habían trascurrido diez años más o menos,<br />
me repitió las mismas palabras, refiriéndome nuevamente la tradición, que yo acepté como verdad,<br />
porque sabía que él no mentía.<br />
cuando en 1872 cesó mi <strong>de</strong>stierro, y me restituí a la patria, me <strong>de</strong>diqué, en ausencia <strong>de</strong> datos<br />
históricos en qué apoyar mi convicción, a investigar lo que pudiera darme alguna luz: consulté los<br />
monumentos, <strong>de</strong>scifré las inscripciones <strong>de</strong> los cuadros y lápidas antiguas borradas por el tiempo, buscando<br />
en ellas una guía, un hilo que me sirviera para alcanzar mi propósito.<br />
mis trabajos <strong>de</strong> aquella época, incompletos, porque una circunstancia que tú conoces, pero que<br />
quiero callar, me obligó a suspen<strong>de</strong>rlos, han sido examinados por ti, y te han servido para comprobar<br />
la exactitud <strong>de</strong> los que por tu parte has hecho con el mismo fin.<br />
Aunque mis investigaciones no me dieron indicio alguno en qué afianzar mi creencia, empecé, sin<br />
embargo, lleno <strong>de</strong> fe en lo que me había revelado D. Tomás, a difundir la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la posibilidad <strong>de</strong> la<br />
existencia <strong>de</strong> esos restos entre nosotros, contrariando la para todos, y hasta entonces verdad histórica.<br />
Así recuerdo haber asomado esa i<strong>de</strong>a a monseñor Aguasanta (i.e. Santanché <strong>de</strong> Aguasanta), entonces<br />
Delegado Apostólico en esta República; pero S. Sa no admitió mi convicción, la consi<strong>de</strong>ró resultado <strong>de</strong><br />
un error, y con sobra <strong>de</strong> razón me opuso la historia, cuya autorizada voz hacía enmu<strong>de</strong>cer la tradición.<br />
En 1874 volví a tratar <strong>de</strong>l asunto en un círculo bastante respetable; pero los amigos que lo<br />
componían, parapetándose con la autenticidad <strong>de</strong> la exhumación <strong>de</strong> 1795, combatieron mi creencia.<br />
no por eso me <strong>de</strong>salenté. Viajando en 1875 con monseñor Roque cocchía, sucesor <strong>de</strong> monseñor<br />
Fr. Ángel Santanché <strong>de</strong> Aguasanta, en la Delegación Apostólica, tuve ocasión <strong>de</strong> hablarle <strong>de</strong> la tradición<br />
aludida, y aunque S. Sa no le dio asenso, fundado, como todos, en lo que era un hecho consumado, no<br />
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