Escritos diversos - Banco de Reservas

Escritos diversos Emiliano Tejera
dolorosa, aunque sea puramente imaginaria soy contrario a todo cambio del nombre de la isla, si es
que esto pudiera ser llevado a cabo sin grandes dificultades.
Sé que el nombre de Santo Domingo llevado por la isla exige que la República se llame Dominicana
y no de Santo Domingo, pues no hay una sola república en la isla, sino dos. Sobre esto se dictó hace años
una disposición no recuerdo si legislativa o Ejecutiva. Además, el nombre de Santo Domingo para la
isla tiene el inconveniente de que los haitianos genéricamente serían dominicanos, cosa que a ellos no
les gustaría de ningún modo, como a nosotros no nos gustaría que nos llamasen haitianos, aunque este
nombre lo haya llevado el gran Petion. Pero el mismo inconveniente tienen todos los nombres de la isla.
ni a los españoles les agradaría que los haitianos fuesen llamados españoles o hispanolenses, pues no son
de raza hispana, ni a los haitianos les gustarían esas denominaciones, pues ellos, si tienen algunas simpatías
por los europeos, es por los franceses cuyo idioma hablan muchos de ellos y todos entienden.
creo que los haitianos preferirían, en último caso, el nombre genérico de dominicenses, que
es un nombre derivado del padre del Descubridor de la isla, al hispanolenses que los hace aparecer,
falsamente, como de raza hispánica.
Pienso además que al darle a la isla un nombre nuevo o desusado, a más de los que tiene, más
bien que disminuir los errores geográficos que cometen los ignorantes y descuidados, sería aumentarlos
pues con ese nombre más se acrecentarían los motivos de confusión.
casi de más está decir que mi parecer es que no se haga cambio alguno en el nombre de la isla,
que hoy todos o casi todos llaman Santo Domingo. En esto creo estoy de acuerdo con la gran mayoría
de los habitantes de la isla y tal vez, con la de los hombres ilustrados de los demás países.
Saluda a ud. atentamente,
E. Tejera.
cARTA DE lA unión nAcionAl DominicAnA
Santo Domingo
1º de enero de 1921
Doctor Adolfo A. nouel, Arzobispo de Santo Domingo,
y demás miembros de la Ex-junta consultiva,
ciudad.
Señores:
la unión nAcionAl DominicAnA que tengo la honra de presidir ha visto con
profundo asombro la decisión tomada por ustedes, en fecha 29 diciembre de 1920, de prestar ayuda
al contralmirante americano Thomas Snowden, para que este obtenga del Pueblo dominicano,
representado por un congreso y una constituyente, una reforma a la constitución de la República
Dominicana, la votación de leyes nuevas y la revisión de las leyes existentes.
Este profundo asombro se debe:
1º A que el propósito del contralmirante Snowden de reformar la constitución y las leyes de la
República Dominicana es ilegal y abusivo: ilegal, porque no está basado en ningún tratado internacional;
y abusivo, porque está apoyado por la fuerza de las bayonetas americanas.
2º A que la ejecución de ese propósito ilegal y abusivo una vez efectuada con la cooperación de
ustedes, establecería un precedente funestísimo para la vida internacional de la República Dominicana,
porque esta se vería obligada a consentir después, cuantas reformas constitucionales y leyes quisieran
los Estados unidos de América que se efectuasen y promulgasen en nuestro país.
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