Escritos diversos - Banco de Reservas

Escritos diversos Emiliano Tejera
gran mayoría, al menos de los que vocean y obran. no sé cómo piensan los que se quedan callados,
que son los más.
Presidente: le repito que siento mucho que mi obra le haya causado tantos desagrados; pero puede
que lo acontecido sea luz para ud. y estímulo para los buenos criadores y los verdaderos agricultores.
Su affmo. servidor y amigo,
E. Tejera.
cARTA DE EmiliAno TEjERA A mAnuEl DE j. GAlVÁn
Roma
8 de julio de 1896
Señor don manuel de j. Galván
Santo Domingo.
mi estimado manuel:
El 4 vino a sorprenderme la noticia de la muerte de Tití y digo sorprenderme, porque aunque
yo temía que la vida urbana le fuese perjudicial, como se lo manifesté a ella misma la última vez
que la vi en tu antigua casa; no creí nunca que sus días estuvieran ya contados, y que no la volvería
a ver. no es mi pretensión consolarte; –¿quién lo podría ahora?– pero siempre place saber que el
dolor que uno siente no es indiferente a los demás, y que al contrario en el recogimiento que producen
las desgracias irreparables se ha meditado, sentido y hasta llorado con el amigo abrumado
por el pesar. lejos, muy lejos estoy de ti, también sin hogar por ahora, y si esta falta transitoria
me suma a veces en honda tristeza ¿qué será de ti, a quien la esperanza no consuela, y que ves un
desierto sin vida donde antes el afecto de una esposa había creado un puerto de refugio, ya que
no un paraíso?
no, no podrás tener consuelo en estos instantes, y solo tu fe religiosa, no destruida por dicha en
ti, amortiguará en ratos tu legítimo dolor. la vida es una lucha penosa que debemos sostener mientras
tengamos aliento; es un deber que cumplir con nuestros allegados próximos y con la Patria, donde
están los allegados lejanos. no puedes hacer otra cosa sino luchar e inmolarte. Ese es el destino del
varón fuerte. Haz por seguir cumpliéndolo.
Emiliano Tejera.
cARTA DE mAnuEl DE j. GAlVÁn A EmiliAno TEjERA
Santo Domingo
14 de agosto de 1896
Señor don Emiliano Tejera
Roma.
mi querido amigo:
me ha venido a consolar tu fraternal carta del 8 de julio, en la cual has vertido tus nobles sentimientos
de amigo, y tu serena doctrina de filósofo creyente. comprendes perfectamente mi dolor, y
sin intentar atenuarlo, me inspiras la fe que alienta, y me exhortas a continuar luchando en el puesto
de deber y abnegación, que es lo que avalora la existencia de los buenos en este mundo falaz, de
sueños engañosos y de pesares efectivos. Gracias, mi querido amigo: acepto reconocido esa piadosa
exhortación tuya.
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