L 'hybride - Centre de Recherches Interdisciplinaires sur les Mondes ...

más que atribuir esa práctica al castigo de sus propios pecados y laobtención del perdón de Dios, pensará que es el gusto que les provocalo que les lleva a hacerlo. El látigo ejerce en ella una suerte defascinación, con el látigo en la mano experimenta el goce de loprohibido y se azotará a sí misma ante una imagen de la InmaculadaConcepción: «ante el altar, desnuda, se está disciplinando unadiminuta sacerdotisa pagana». La escenografía de su laceración es laconvencional: la religiosa. Luego aprenderá otras.Petit la definirá a través de las palabras de otro de sus personajes,el fraile Pedro Figueroa desde su mirada de artista, como una «bellezaextraña, casi monstruosa en sus contrastes. Algo mefistofélico en lacombinación de sus facciones: la barbilla en punta, las cejas oblicuas;luego la llamarada de la cabellera colorina sobre la tez cobriza y elreflejo verde de los ojos... Los antepasados germanos y el caciqueindio habían logrado mezclar curiosamente sus dones. En cuanto alo moral...» Petit, curiosamente, no menciona la sangre española,omitiendo, así, uno de los elementos indispensables del mestizaje delos Ríos y Lisperguer. Y la omisión se reitera en otro pasaje: «nieta deprincesas germanas e indias». En el mestizaje tan recurrido pormuchísimos autores al momento de explicar las explosiones cruelesy cruentas de nuestro personaje, siempre hablarán las tres sangres.Mestizaje que de suyo daría cuenta de la violencia criminal y de otrascaracterísticas a las que se menciona como deleznables que surgenespontáneamente y que hacen difícil explicar lo inocuo de ellasmismas en el carácter de su hermana Agueda, la que prefería latranquilidad de un matrimonio conveniente.El matrimonio no será una condición de mujer que atraiga aCatalina: «Una mujer como yo -dijo, con exaltación- puede entregarsea un amante, despreciándolo, pero necesita estimar a su marido.»Algo que ella duda que sea capaz de hacer. Sin embargo, tendráfinalmente marido. Encantado de ella, de su audacia e insolencia,Alonso de Campofrío y Carvajal, considerará una locura enamorarsede una criminal. Pero también recordará el maltrato que él dió a unaindia. Por ese recuerdo se acercará a ella.A Catalina no le gusta llorar: «No lloro nunca; no me perdono esadebilidad», muestra de un débil carácter. Sus lágrimas estaránasociadas más bien a la rabia que al dolor. Envidiará la beatitud ytranquilidad del fraile Figueroa sintiéndose ella habitada por el mal,el demonio, pero también se siente en ventaja respecto del cura:«– Usted ignora el placer del mal. Yo lo conozco y le aseguro quecompensa... Ser mala, a fondo mala; darles la razón a quienes nos267