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CHARLES NORDHOFF LA CIENCIA ADMINISTRATIVA AL ALCANCE DE LOS JOVENES 109
absolutamente esencial para nuestra comodidad
y bienestar, obligándonos al cambio de
productos. Nos enseñó de esta suerte á vencer
los obstáculos que habia creado, haciéndonos
comprender que, á la vez que somos los más
elevados y más perfectos séres en la tierra,
somos tambien los más ricos y los que gozamos
de mayor comodidad, á medida que logramos
ir venciendo aquellos obstáculos. No cabe
duda que el carácter del pueblo de China se ha
ido degradando por su continuado alejamiento
del comercio extranjero y por su falta de
comunicacion con las otras naciones. Si los
chinos, durante tantos siglos de aislamiento,
hubiesen tomado participacion activa en el
comercio extranjero, de seguro que serian rnénos
egoistas, ménos ignorantes, ménos supersticiosos,
más valientes y emprendedores y más
fieles y justos de lo que son en la actualidad.
Los obstáculos artificiales del cambio, son
los que se derivan de las leyes, ya prohibiendo
de una manera absoluta el cambio con los extranjeros,
como sucedió antiguamente en el
Japón, ó señalando una pena por el cambio de
determinados productos, como se hace todavía
en muchas naciones.
Todas estas restricciones artificiales son irnpoi
íticas, perjudiciales y necesariamente parciales
é injustas, á ménos que en este último
caso, todo el comercio fuese prohibido.
Es imposible imaginarse una nacion como
la Japonesa que, determinada por razones religiosas
ó por otras causas, se excluyese ella
misma del resto del mundo y prohibiese totalmente
el comercio y toda clase de relaciones
con los extranjeros. En este caso todo el
pueblo tendria menor abundancia y se privaria
de las comodidades y objetos de lujo, que
sus habitantes nopodrian producir por sí mis-
mas. Todo el mundo se perjudicaria, todos
sufririan pérdidas y privaciones, y la injusticia
seria de todos para todos.
Entre las naciones civi Iizadas, al contrario,
las prohibiciones y penas al comercio extranjero
nunca son de este carácter; son siempre
parciales y se refieren á pocos art ículos: pero
aun así, son de injusticia notoria para todos
aquellos que desean cambiar sus productos
por los artículos prohibidos ó penados con
altos derechos. Por ejemplo, si soy agricultor
y necesito cambiar el sobrante de mi trigo por
vestidos, seria una injusticia que la ley me
prohibiera hacer este cambio, siempre y en
cualquier parte en que me pareciera conveniente;
porque, como lo hemos visto, si algo
disminuye mi mercado, ese algo rebaja mis
utilidades. Podría suceder que yo consiguiese
en Alemania mayor cantidad de vestidos por
mi trigo que en mi propio suelo: luego la ley
que me hiciera pagar una pena por esta operacion,
seria parcial é injusta. Si soy herrero y
prefiero el fierro extranjero al de mi propio
país; ¿por qué razon una ley me haria pagar
una pena por esta preferencia?
El comercio no es una transaccion con el
objeto de estafar á nadie, es sencillamente una
operación benéfica; cada acto de comercio
honrado aumenta la felicidad y prosperidad
de todos aquellos á quienes concierne: cuando
nosotros dos cambiamos productos, cada uno
ha adquirido mayor comodidad por el cambio,
porque cada uno ha dado al otro lo que necesitaba
ménos, por lo que necesitaba más.
Dios que colocó obstáculos naturales en el
camino del libre cambio ha hecho esto laudable
y benéfico para nosotros, á fin de que empleemos
todas nuestras fuerzas é' inteligencia
en vencer esos impedimentos que ha puesto