xx - Instituto Nacional de Administración Pública, AC

62 REVISTA DE AOMINISTRACION PUBLICA
de su mayor ó menor industria. Y ni aun progresando
esta y aumentando el valor de los
jornales suele mejorar la suerte de los jornaleros,
porque á la vez que crecen los jornales
crece el precio de los alimentos y el coste de
las habitaciones, y el jornalero se encuentra
con mas necesidades. Poco acostumbrados
por otra parte los pueblos á estas oscilaciones
que suele experimentar la industria manufacturera,
los hábitos de economía no han penetrado
en la clase jornalera lo bastante para
que se precava en los tiempos de abundancia
contra los d ias de infortunio. Así sucede con
frecuencia que la variacion de una moda ó
de un género de industria deja sin trabajo á
millares de obreros que antes lo tenian, y
como no fueron previsores para conocer que
podia verificarse un suceso de aquella especie,
se encuentran á la vez sin sustento infinidad
de fami lias. La misma introduccion de las
máquinas en sus primeros resultados contribuyó
á aumentar el número de los pobres, al
mismo tiempo que la industria progresaba.
Todos estos males, sin embargo, tienen remedio,
y es de esperar que el estudio de estas vicisitudes
y de estos accidentes á que se han
visto sujetas las naciones mas poderosas de
Europa, las inclinará á procurar medios de satisfacer
las necesidades que se han presentado
en las épocas de su calamidad; y cuando la
sociedad no pueda proveer á estas necesidades,
tenderá á mejorar tan lamentable estado, disminuyendo
por medio de la educacion el número
de pobres, ya que no puede concluir del
todo con este cáncer de las naciones modernas,
que no solo produce funestos resultados á la
industria, sino que tambien pone en conmocion
el órden social haciéndole temblar hasta
sus cimientos.
La industria no demanda mas que dos cosas
á la administracion, y son que le asegure su
propiedad y la proteja en el ejercicio de su
libertad, porque donde quiera que falte la propiedad
del trabajo Ó su libertad, la industria
muere como mueren las plantas faltas de riego.
En 1834 aun existian las corporaciones
llamadas gremios que vinculaban en determinadas
personas la fabricacion y venta de ciertos
artículos, monopolizando el trabajo en su favor.
El gobierno no se atrevió entonces á abolir
de un golpe este régimen oficioso y se limitó
á suprimir todo fuero privilegiado, hasta que
dos años despues se completó esta reforma
con el restablecimiento de la ley de las Córtes
de Cádiz, que declaraba la industria enteramente
libre. Desde entonces todos los españoles
y extranjeros avecindados en España pueden
establecer fábricas ó artefactos de cualquiera
clase sin necesidad de permiso ni licencia alguna,
salvo la observancia de las reglas de policía.
Tambien pueden ejercer con la misma
libertad cualquiera industria ú oficio útil sin
necesidad de exámen, título ó incorporacion
á los gremios respectivos.
Los abogados, médicos y demás profesores
aprobados, sean de la profesion científica que
fueren, pueden ejercerla en todos los puntos
de la monarqu ía sin necesidad de inscribirse
en ninguna córporacion ó colegio particular,
solo con la obligacion de presentar sus títulos
á la autoridad local, debiendo no obstante el
gobierno adoptar las medidas oportunas para
que sin perjuicio de esta libertad se repartan
equitativamente las cargas ajenas al ejercicio
de cada profesion en los asuntos de oficio.
De las ordenanzas gremiales solo ha quedado
hoy el esp íritu que las necesidades del siglo
reclaman. La administracion apoya el establecimiento
de los gremios encargando á los gobernadores
que los promuevan con eficacia,