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F. DE PAULA MADRAZO MANUAL DE ADMINISTRACION 1111 61
las dos crecen á la vez y cuando refluyen la
una sobre la otra, sirviéndose al propio tiempo
de escudo y de defensa. la industria se abriga
al lado de la agricultura y presta entretenimientos
y auxilios al labrador en las horas que
le deja libre el cultivo de sus campos; otras
veces se esconde en los talleres yen las fábricas
y se desenvuelve por medio de las máquinas
que el genio del hombre ha inventado para
utilizar las fuerzas que le ofrece la naturaleza.
la industria como la agricultura y el comercio
en tanto prosperan, en cuanto la ley les
exime de trabas que apagan el ingenio yembotan
el estímulo de la invencion y del adelanto.
los reglamentos antiguos partian del
absurdo principio de que el trabajo era un derecho
señorial y real y no el libre ejercicio de
las facultades con que Dios dotó al hombre.
De aqu í nació que los gobiernos concedian
títulos de maestros en artes y oficios, como si
se tratase de proveer á un servicio administrativo.
El nuevo rumbo de la idea en este siglo
ha reemplazado á aquel sistema reglamentario
con el régimen de la libre concurrencia. Mas
aunque nuestra legislacion administrativa esté
basada sobre este principio, no excluye ciertas
limitaciones que el bien comun aconseja; de
manera que prevaleciendo como regla general
la libertad del trabajo, solo se admita como
excepcion un corto número de trabas justas
y necesarias.
Desde el reinado de Carlos 111, en que se
esparcieron las buenas ideas económicas, la
industria y el comercio empezaron á tomar
cierto desarrollo, y desde entonces puede decirse
que han ido siempre en progreso. las
exposiciones públicas que comenzaron el año
1826, contribuyeron á este feliz resultado, y
desde esta época el establecimiento de fábricas
de fundicion, el progreso de las manufacturas
de algodon, las mejoras en la fabricacion de la
loza, las fábricas de papel, la aplicacion de los
productos qu ímicos á la fabricacion del vidrio,
de las velas esteáricas, de los crisoles, etc., demuestra
que para la industria española empiezan
dias de mas prosperidad y ventura que los
que ha tenido hasta ahora.
los deberes de la administracion respecto
de la industria deben limitarse á adoptar todas
las medidas necesarias á su progreso y á examinar
las consecuencias que este mismo progreso
puede tener as í en la moral de los pueblos,
como en su bienestar material y sus
tendencias poi íticas. Porque desgraciadamente
sucede que la industria, que debiera moralizar
á los que á ella se dedican, hacer mas fácil el
gobierno de los pueblos y aumentar sus goces
materiales, -crea mas pobres, desmoraliza á los
obreros y los predispone á la sedicion y á las
revueltas poi íticas. El trabajo es sin duda un
grande elemento de moralidad, pero como la
industria reune un gran número de individuos
en una capital ó en un pueblo, esta reunion
puede traer consecuencias funestas para la
tranquilidad pública. los progresos de la industria
han aumentado el número de jornaleros,
y como á las oscilaciones continuas que
sufre la produccion sigue la baja en el precio
de los jornales, de aqu í esas turbulencias que
traen agitados á los países industriosos. Por
otra parte la experiencia ha demostrado que
la propiedad, libre de todas las trabas, no ha
restablecido el equilibrio de la distribucion
de la riqueza entre los individuos que componen
la sociedad. Así vemos que si la desigualdad
era grande cuando estaba en su apogeo la
amortizacion civil y eclesiástica, es mucho
mayor cuando la industria ha llegado á su
completo desarrollo. De aqu í es que el número
de pobres está hoy en Europa en proporcion