xx - Instituto Nacional de Administración Pública, AC

20 REVISTA DE ADMINISTRACION PUBLICA
que llamamos ayuntamientos, para arreglar
sus intereses particulares y para darse ciertas
reglas en aquellos puntos que solo á ellos interesa.
La municipalidad puede definirse como la
sociedad de los habitantes de los pueblos y
de los campos, reunidos por comunidad de
intereses, de derechos, de deberes y de obligaciones.
Las municipalidades son la primera
base de la organizacion social. Antes de que
hubiera gobierno central ya existian, y los
pueblos buscaban en ellas el principio de su
asociación. la defensa contra el mas fuerte.
Así como la nacion tiene intereses generales
que comprenden toda la extension del territorio,
la municipalidad tiene intereses locales
que deben estar competentemente representados.
Esta representacion indispensable en
todos los países, y reconocida como principio
en los gobiernos representativos, es aun si
cabe mas indispensable en España, donde las
instituciones municipales estuvieron tan arraigadas,
tienen tan gloriosa historia y han producido
frutos tan provechosos.
Pero ¿de qué manera se organiza esta representacion
de los intereses' locales para que al
mismo tiempo que los satisfaga completamente
no hiera ni menoscabe los intereses de la
sociedad? Hé aqu í la gran cuestion que por
mucho tiempo ha ocupado á los hombres de
Estado, y cuya solucion ha servido de arma y
de pretexto á los partidos poi íticos para trabar
luchas de éxito siempre funesto para la causa
del país. Los partidarios de una centralizacion
extremada quieren ahogar y reducir á la nulidad
esas corporaciones que simbolizan tantas
glorias y tantos beneficios para los pueblos.
Los amigos de la excentralizacion administrativa
pretenden convertir cada municipalidad
en un gobierno y hacer de España una especie
de república federativa. Entre unos y otros se
levanta el poder de la razón, y la legislacion
que rija en estas materias debe subordinarse
á este poder. Las instituciones municipales
son el mas firme apoyo de la monarquía, la
cual perdería mucho en fuerza moral sí desde
la residencia del poder central se atendiera á
todos los intereses y derechos que á los pueblos
en particular pertenecen. Aumentar la
fuerza del poder, ahogando las influencias locales,
nunca puede ser provechoso; lo que lo
es sin duda, y así lo han comprendido los legisladores
y los hombres de Estado, es procurar
que el interés de la sociedad en general y
el interés local, sin ser dirigidos ambos por
una misma mano, tengan una recíproca influencia
y marchen á la par sin entorpecerse
en sus movimientos. De esta manera los intereses
de los pueblos van unidos á los de la
nacion: el ciudadano ve en el limitado horizonte
de su ciudad 6 de su aldea la imágen de
la patria, y el recuerdo y el cariño del lugar
donde ha nacido excita sentimientos de patriotismo,
al propio tiempo que las instituciones
se van desarrollando y echan profundas
raíces en los habitantes y en las costumbres.
El poder municipal como poder poi ítico,
como poder de resistencia, como principio de
insurreccion en la sociedad, es necesario que
desaparezca para siempre; pero al mismo tiempo
es preciso conservar este poder en todo lo
que tiene de asociacion provechosa, de principio
y gérmen de creacion de productos, de
elemento, de prosperidad material, de defensa
en fin de los intereses locales. Importa pues
mucho separar estos dos conceptos y distinguir
entre el carácter poi ítico de que en mal hora
se les ha querido revestir para que interviniesen
en todos los negocios de interés general,
del carácter puramente civil y de localidad