Versión completa - Fundación Alternativas
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Mapa por comunidades autónomas<br />
En Cantabria hay medio millar de viviendas afectadas por<br />
sentencias de derribo, la mayoría de ellas a instancia de la asociación<br />
ecologista Arca, que optó por la estrategia legal para<br />
demostrar la inseguridad jurídica que en materia de urbanismo<br />
se vivía en la región. A pesar de que los procesos comenzaron<br />
incluso en los años ochenta en algunos casos y que las<br />
sentencias son firmes tras pasar por el Tribunal Supremo, que<br />
las confirma ya a finales de los noventa o principios de 2000,<br />
aún no se ha ejecutado casi ninguna de esas decisiones judiciales.<br />
De hecho, uno de los pocos ediles que ha sufrido las<br />
consecuencias judiciales de una sentencia ha sido José Luis<br />
Quevedo, alcalde de Corvera de Toranzo, con su ingreso en<br />
prisión por un delito de falsedad documental relacionado con<br />
una licencia irregular, que resulta menor en comparación con<br />
casos como las 144 viviendas de la urbanización El Encinar, en<br />
Arnuero. También el alcalde de Potes, Alfonso Gutiérrez, tuvo<br />
que abandonar su cargo por no cumplir la ejecución del derribo<br />
de un chalé, aunque a día de hoy ha vuelto a ser alcalde.<br />
En cuanto a derribos de viviendas, parece inminente el de<br />
la urbanización El Encinar, si bien el proceso podría ralentizarse<br />
debido a las amenazas que denuncia haber recibido<br />
la empresa que ganó el concurso para el derribo. La Fiscalía<br />
investiga esas presiones y la adjudicataria Eri-Berri aún<br />
no ha confirmado definitivamente su aceptación del derribo,<br />
con lo que el proceso podría experimentar una nueva<br />
dilación. Curiosamente, entre las siguientes empresas del<br />
concurso se encuentra la propia constructora de la urbanización<br />
ilegal.<br />
El problema de los derribos, a pesar de su magnitud, no ha<br />
tenido el debido seguimiento a nivel ciudadano y la inseguridad<br />
jurídica en el urbanismo no es vista con preocupación<br />
entre la mayoría de los cántabros. Esto puede ser en parte<br />
debido a que las personas afectadas por las sentencias de<br />
derribo han sido vecinos de otras Comunidades Autónomas,<br />
principalmente el País Vasco, por lo que no se ha considerado<br />
como un problema de Cantabria.<br />
Además, en el momento en que se construyeron las urbanizaciones<br />
que luego serían objeto de sentencia de derribo no<br />
estaba muy extendida la valoración del paisaje. De hecho,<br />
la crisis ganadera contribuía a que se viera más como un<br />
gasto por el trabajo de mantenimiento sin beneficios económicos<br />
inmediatos que como un motor de desarrollo. La<br />
falta de visión y la búsqueda de soluciones rápidas dieron<br />
con la que se creía la única forma de sacarle partido a los<br />
recursos naturales: el turismo masivo ligado a la segunda<br />
residencia. Hay que tener en cuenta que Cantabria es una<br />
comunidad pequeña (535.000 habitantes) y que los principales<br />
sectores laborales tras la crisis ganadera y pesquera<br />
son los servicios, a través del turismo y la hostelería, y la<br />
construcción.<br />
Una parte importante de los ayuntamientos afectados (Arnuero,<br />
Argoños, San Vicente de la Barquera) son municipios<br />
de carácter rural y de tamaño pequeño (de hecho, Argoños,<br />
con 5´5 kilometros cuadrados, es el pueblo más pequeño<br />
de Cantabria), en los que los ediles responsables gozan de<br />
mayorías absolutas que se prolongan durante varias legislaturas,<br />
con lo que hay poca distancia y un fuerte conocimiento<br />
entre administración o administrados. Eso podría<br />
dar lugar a miedo a denunciar o a complicidad en el tema,<br />
de forma que los propios vecinos resultaran beneficiados de<br />
estas operaciones.<br />
Esta situación podría cambiar cuando comiencen a ejecutarse<br />
las demoliciones. En el caso de Arnuero, la primera<br />
que se hará efectiva ha sido sacada a concurso y costará 1,3<br />
millones de euros. El coste resulta tan elevado que el Ayuntamiento<br />
llegó a solicitar su acometida en 16 fases (ocho de<br />
derribo y ocho de regeneración de la zona afectada). Por<br />
hacer una comparación, el presupuesto municipal de Arnuero<br />
para 2007 es de tres millones de euros. Además, después<br />
vendrá otro importante desembolso económico, que<br />
en esta ocasión, dependiendo de la sentencia, se repartirán<br />
ayuntamientos y gobierno autónomo: las indemnizaciones<br />
en concepto de daños morales, cifradas en diversos fallos<br />
judiciales en 12.000 euros para quienes usan los inmuebles<br />
como primera vivienda y en 9.000 millones en el resto de<br />
los casos. El dinero será abonado en cuanto se produzca el<br />
daño, es decir, el derribo. Hasta la fecha, hay 16 sentencias<br />
de derribo firmes y existe una asociación de afectados, Asociación<br />
de Maltratados por la Administración (AMA), que<br />
cuenta con 2.500 socios. En los próximos años podrían darse<br />
nuevos casos de sentencias de derribo. De momento, el<br />
grupo conservacionista ARCA calcula que el coste por las<br />
indemnizaciones podría elevarse a 60 millones de euros. Y<br />
esta cifra se refiere sólo a las promovidas por ellos mismos.<br />
Además, en el último bienio, se ha producido un fenómeno<br />
diferente: si hasta ahora era la asociación ecologista la<br />
que optó por la vía judicial para demostrar la inseguridad<br />
jurídica que se daba en el urbanismo en Cantabria, casos<br />
recientes como los de Castro Urdiales o Bezana Lago se<br />
han producido tras denuncias de particulares ajenas a esta<br />
u otra organización; ciudadanos que denunciaron al verse<br />
perjudicados por decisiones urbanísticas adoptadas sin el<br />
debido respaldo legal. El cambio es notable ya que viene<br />
precedido de sentencias que no sólo afectaban a urbanizaciones<br />
concretas sino a las propias normas urbanísticas<br />
municipales (que pasan por el filtro del correspondiente<br />
órgano autonómico), a polígonos industriales e incluso a<br />
infraestructuras públicas (paradójicamente, una estación<br />
depuradora autorizada por el ministerio de Medio Ambiente<br />
y financiada con fondos europeos).<br />
La situación ha trascendido del contexto de una campaña<br />
emprendida por ecologistas y podría empezar a percibirse<br />
como un problema que puede afectar a personas concretas<br />
independientemente del sector o municipio en el que se encuentren.<br />
La inseguridad no repercute sólo en los propie-<br />
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