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CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA CONTINUAPor cierto, en 2008 —el año de las elecciones presidenciales— las identificacionespartidarias eran mayores que en el pasado: 39% de los estadunidenses sedecían demócratas y 32% republicanos (Sábato, 2010). Pero si esa identificaciónhubiese seguido los cánones de la estructura partidaria en los orígenes de la competencia,la candidata demócrata —y probablemente la presidenta—, hubiese sidoHillary Clinton. En ese entonces —inicios de 2007—, Obama era un outsider en términosde las tradiciones políticas. Había sido senador estadual por Illinois duranteocho años y dos años senador nacional, habiendo tenido una actuación pública quele dio una importante pero fugaz notoriedad en la convención partidaria de 2004.Pero Obama, a diferencia de la mayoría de sus colegas en el Senado, había votadocontra la guerra de Irak y aún antes se había pronunciado abiertamente al respecto.El signo de su emergencia era el de la renovación política, y su estilo y formatode campaña parecen haber estado en consonancia. Según D. Balz y H. Johnson(2009), ya en enero de 2007 —al lanzar su postulación— afirmaba: “Reconozcoque hay una cierta presunción —una cierta audacia— en este anuncio. Sé que nohe pasado mucho tiempo aprendiendo los caminos de Washington. Pero he estadoahí suficiente tiempo para saber que los caminos de Washington deben cambiar.”Estos autores también describen que al finalizar su discurso “desde el otro ladode la sala llegaron el clamor de la multitud y el aplauso sordo de miles de manoscubiertas por gruesos guantes”, y concluyen: “Un nuevo movimiento políticoestaba surgiendo.” Sentido de diferencia política que el candidato mencionaríaa lo largo de su campaña por las primarias y luego por la presidencia, como enWaterloo-Iowa: “El mayor desafío que enfrentamos no es solamente la guerra enIrak. El mayor desafío no es solamente el sistema de salud. No es solamente laenergía. De hecho, es el cinismo. Es la creencia de que no podemos cambiar nada.Lo que espero más que nada durante el curso de esta campaña es que todos ustedesdecidan que la misma puede ser vehículo de sus esperanzas y sueños. No puedocambiar Washington por mi cuenta” (citado por Balz y Johnson, 2009).El jefe de la campaña de Obama indica este objetivo explícito: “Cuandoentramos en carrera, conversamos mucho sobre realizar un tipo de campañadiferente. Los pronósticos de la elección presidencial nos eran adversos, nuestraúnica esperanza de éxito dependía de liberarnos del paradigma político estándar yconvertirnos en un movimiento” (Plouffe, 2009). Como es sabido, esta campaña fueinédita en dos registros complementarios: la movilización de activistas que trabajaronen los distritos por todos los medios de contacto buscando al elector por fuerade las mediaciones tradicionales, y la incorporación masiva de nuevos electores:96liderazgo construido sobre el fondo de un malestar ciudadano, lo que permitió generar un movimiento que se desenvolvió en buena medida en losmárgenes de los dispositivos partidarios. Por cierto, la promesa de cambio hubiese necesitado de un poderoso movimiento de sociedad, pues nobien comenzó a emprender las reformas prometidas se encontró con una dura oposición social, en Washington, en el Congreso o incluso, en parte,entre sus compañeros de partido y en quienes habían votado por él.

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