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EL SALVADOR: REALIDAD POLÍTICA Y LIBERACIÓNel cual se nutre de símbolos, tradiciones, costumbres, hábitos y modos de ser quedan vida a la cultura en una sociedad concreta.Es decir, el sentido de pertenencia —a una patria, a una nación, a un país o auna comunidad— hace parte de la identidad, la cual se fragua a partir de referentessimbólico-culturales que son los que integran al individuo a la sociedad. Dichode manera más técnica, “la integración supone el funcionamiento más o menosarmónico y equilibrado de las distintas partes de una estructura sociocultural, setrate de la sociedad global o de un grupo cualquiera. Dicha integración viene dadaprimordialmente por el hecho de compartir un marco de referencia normativoaxiológicoque prescribe, al menos globalmente, las acciones sociales” (Del Acebo,2006: 220). Y es precisamente ese marco de referencia normativo-axiológico el quealimenta el sentido de pertenencia de los miembros de una sociedad.Desde una perspectiva opuesta, cuando ese sentido de pertenencia se erosiona,en virtud de un deterioro de los referentes de identidad (simbólico-culturales),se está a las puertas de un proceso de desintegración social que tendría en la basegraves fallas en la integración cultural. Para comprender mejor el alcance de laafirmación que recién se acaba de hacer, es pertinente hacer una somera reflexión,primero, en torno a la relación entre cultura e identidad y, segundo, sobre el papelde la cultura en la formación de las identidades individuales y colectivas. 1Cultura e identidadHablar de cultura e identidad no es fácil, por la confusión conceptual que sueleacompañar el debate sobre ambos temas. De aquí que la clarificación de los términossea necesaria como punto de partida para cualquier discusión posterior. Veamos,pues, qué es lo que se entenderá en estas páginas por “cultura” e “identidad”.Ante todo, se tiene que decir que hay distintas acepciones de la palabra “cultura”.Sin embargo, dos de ellas han marcado fuertemente los estudios culturales.La primera, más tradicional, puede denominarse “esencialismo cultural”, y consisteen entender la cultura como una esencia fija e inmutable. De alguna manera, estavisión de la cultura tiene sus raíces en el romanticismo, concretamente en autorescomo Dilthey, Herder y Schelling. Y es que si la cultura —concretada en creacionesliterarias, tradiciones y costumbres— es entendida como la expresión del “espíritu”de un pueblo (y el espíritu es la “esencia del hombre” y lo que distingue a un grupohumano de otro), entonces ella debe ser entendida como algo invariable y permanenteen el tiempo. Comprender la cultura de una sociedad determinada, pues,supondría conocer su “espíritu”, lo más auténtico y propio de ella. Cada pueblotiene su propio espíritu, su propia cultura, y lucha por conservarlo y protegerlo de1 Sigo en esta parte una línea de reflexión teórica que propuse tanto en un trabajo colectivo (2005), como en mi artículo (2007a o 2007b). Retomopartes de estos textos para el desarrollo de las ideas relativas a la cultura y la identidad.250

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