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EL SALVADOR: REALIDAD POLÍTICA Y LIBERACIÓNconformismo político y aceptación pasiva de lo establecido en la esfera pública. Ambasdinámicas identitarias están sostenidas por valores que tensionan las vidas individuales,pero que en el fondo se complementan. (González, 2007b: 3)Los salvadoreños y salvadoreñas de esta segunda década del siglo xxi expresan ensu vida individual y en sus vínculos colectivos —familiares, comunitarios y sociales—esa mezcla de referentes, valores y modos de ser generados por esas diversaslógicas culturales no siempre coherentes entre ellas. Esto es fuente de tensionespersonales, familiares y sociales, en tanto que, en muchas ocasiones un influjocultural determinado —por ejemplo, el que promueve el éxito a cualquier precio—puede chocar con otro —por ejemplo, uno proveniente de la matriz culturaloligárquico-autoritaria, que llama a la aceptación pasiva del destino—, generandoseveros conflictos tanto en el ámbito de la identidad como en el de las opciones.¿Qué papel juega la educación en este escenario? Pues bien, visto en su conjuntoel proceso educativo, en las últimas tres décadas no ha tenido la fuerza —ni la visiónni la creatividad— para contener el curso de las dinámicas culturales predominantes.Sus mejores esfuerzos —en verdad excepcionales— por dar cabida a la cultura comocultivo de la vida y sus valores fundamentales se diluyeron, como algo marginal eirrelevante, en el envolvente mar de la cultura de la violencia, la cultura globalizada(neoliberal) y los resabios culturales del autoritarismo oligárquico tradicional. En suquehacer normal y cotidiano, la educación salvadoreña —desde la parvularia hasta launiversidad— hizo sus propios aportes a las dinámicas culturales predominantes, dandocarta de ciudanía —en las aulas— a valores, creencias, estilos de comportamiento yhábitos proclives al uso de la fuerza, el abuso sobre los más débiles, el consumismo, elindividualismo, la ambición personal, las ansias de éxito a cualquier precio, la superficialidad,el inmediatismo, la indiferencia y la falta de un espíritu crítico.Como reconocen las personalidades más críticas de este país —y lo revelanlos datos—, en los últimos treinta años la educación salvadoreña no sólo siguiósiendo excluyente como en el pasado —por más que se avanzara en la cobertura enalgunos de sus niveles—, sino que su calidad cayó muy por debajo de lo tolerable.Uno de los síntomas del deterioro cultural de El Salvador es, sin duda alguna,la debacle de la educación pública, de la cual no se salva —o sólo se salva pormuy poco— la educación privada. El mercadeo de la educación privada podrádecir lo contrario, pero el fracaso cultural de la educación en razón de su bajacalidad afecta al conjunto de la educación nacional. A estas alturas, la apuesta porla privatización de la educación —cuya condición fue el abandono de la educaciónpública— se ha revelado como uno de los grandes fracasos de la gestión educativade la derecha; un fracaso que se llevó de encuentro a las generaciones (niños, niñasy adolescentes) que quedaron en manos de “facilitadores”, consultores y administradoresde la peor especie, anuentes con la mediocridad intelectual y con laformación de consumidores y consumidoras en vez de ciudadanos y ciudadanas.266

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