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ISIDORO CHERESKYpeso de las estructuras partidarias y los afiliados en provecho de una relación entrelíderes de popularidad y electores.Pero no son sólo, ni principalmente, los aspectos incidentales de las contiendaselectorales lo que genera una distancia de los ciudadanos con la representación.El creciente desapego de los ciudadanos con los gobiernos y las instituciones representativasse origina en la percepción del carácter mixto del régimen democrático,es decir, el que sea tributario del principio igualitario —traducido imperfectamenteen el postulado: “un ciudadano, un voto”— y, a la vez, del acceso elitista a losresortes de poder y a las posiciones gubernamentales —la identificación por elcomún de un mundo de los poderosos y en particular de una clase política quegoza de privilegios—. Como el ejercicio del poder deriva sólo parcialmente de lalógica democrática que coloca a los individuos en igualdad de condiciones, lasexpectativas de los contemporáneos —que tienen una mayor visibilidad sobrela vida política— respecto a la representación resultante de los procedimientosinstitucionales son limitadas, y se registra incluso una tendencia —que es un universal—a disminuir la participación en el acto político elemental.Un ámbito diferenciado de elección es el local, que parece regirse porparámetros propios. El ciudadano deviene vecino, y sus necesidades del hábitaty la cotidianidad —que en nuestro tiempo, naturalmente, no se derivan sólo defactores locales— gravitan en la selección de representantes. Es un espacio regidopor el contacto personal, la pertenencia a redes y asociaciones donde cuenta másla lealtad. En las elecciones a este nivel es frecuente una mayor actividad cívicay asociativa, y por momentos la frontera entre elección y participación se hacedifusa. Pero también aquí los emprendimientos públicos suelen adquirir un carácterneutro, incluso apolítico, por lo que las redes partidarias que aparentementereviven al mismo tiempo pierden su diferencia entre sí y respecto a otras fuerzasactuantes, al menos en los temas estrictamente locales. Por cierto, a este nivel setraslada la tensión entre coaliciones y movimientos nacionales portadores de unaidentificación y su instalación en un ámbito que las relativiza o las opaca.Elecciones y ciudadanía fluctuante conforman el sustento primero de la vidademocrática, pero no constituyen el eje único de la democracia contemporánea.Las elecciones se han consagrado como un acto decisivo que ofrece la oportunidadpara que se definan rumbos políticos resultantes a la vez de corrientes profundasde la sociedad y de la acción de líderes que intervienen en la configuración de unsentido. Evidencian también la incapacidad —o al menos los límites— de aparatosy poderes fácticos para modular y dominar la expresión ciudadana. El electoradoes así la arena ciudadana por excelencia, el ámbito al que rinden tributo lasfuerzas y los líderes que aspiran a constituirse y a adquirir predicamento. Pero laciudadanía, el común, para decirlo en términos descentrados respecto a la nociónjurídico-política, no agota su expresión en la elección de representantes.99

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