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ANADELI BENCOMOestudiantil de 1968 o del terremoto en el Distrito Federal en 1985 iban entretejidasprimordialmente con un discurso crítico en torno al nacionalismo mexicano, a lasversiones locales del poder político (priista en ese entonces) y la corrupción de susinstituciones.En el caso de González Rodríguez, el punto central se ha mudado no sólode ubicación geográfica al referirse al ambiente de violencia en Ciudad Juárez,sino que al mismo tiempo ha debido incursionar en un fenómeno que desborda lascoordenadas locales y que requiere, por tanto, de la consideración de los episodiosde la ciudad fronteriza dentro del marco más amplio y complejo de la culturaglobal de la violencia y la industria trasnacional del narcotráfico. Ahora bien, si deun lado observamos esta apertura del referente, hay otro aspecto que nos llevaríatambién a diferenciar Huesos en el desierto del paradigma de la crónica precedente.La crónica al estilo practicado por Monsiváis o Poniatowska se inscribe dentro deun momento particular de la historia de los estudios culturales posmodernos enMéxico, al abocarse a una agenda crítica cuya intención primordial es presentar unmodelo alternativo al del nacionalismo oficial priista. En este sentido, la crónicaentendida como uno de los discursos por excelencia de los estudios culturales(Valenzuela Arce, 2003) sigue estando interpelada por el paradigma de una identidadnacional colectiva.En cambio, cuando González Rodríguez decide centrarse en el problemade los feminicidios está practicando un recorte dentro de las coordenadas de laidentidad nacional para enfocarse no sólo en una región en particular, sino en unfenómeno que se corresponde con un grupo social específico: el de las mujerescomo víctimas de la violencia. Esta focalización de la problemática reseñada secorrespondería más propiamente con el rumbo que los estudios culturales tomaronen la década de los noventa en México y que tenía que ver con la consideración deciertos sectores particulares de la comunidad nacional, de su cultura y sus prácticassociales. Como apunta Sánchez Prado en su recuento de las direcciones de losestudios culturales mexicanos en el siglo xx, la última década de éste vio surgirciertas propuestas que prestaban atención a determinados grupos, como los jóvenesestudiados por Rossana Reguillo (2007), o los estudios de género que se inscribíana partir de ciertas agendas más acotadas dentro de las reflexiones culturales. Almismo tiempo, y de manera paralela a esta circunscripción temática, la crónica alestilo de Huesos en el desierto pone en marcha una interpelación más concreta quelas de las agendas colectivas que se fraguaban en el discurso cívico nacionalista ycultural de las crónicas de los años setenta y ochenta en México.En este sentido, el relato de los feminicidios de Juárez a cargo de GonzálezRodríguez habla no sólo de la preeminencia del acontecimiento homicida y serial,sino también de la urgencia de una respuesta. La demanda perentoria de intervenciónse asocia, en el caso particular de Huesos en el desierto, con la noción del discursocomo dispositivo de denuncia jurídica. De cara a la impunidad cuestionable297

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