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JOHN BEVERLEYve sin simpatía, como si les faltara legitimidad, o como si de algún modo fuerandemasiado ingenuos.Tercero: a pesar de un rechazo explícito o implícito de las políticas identitarias,basadas en un supuesto esencialismo binario, se reafirma paradójicamenteuna subjetividad “criolla” latinoamericana contrapuesta a lo que es percibidocomo el carácter anglo-americano de la teoría posmodernista o post-colonial. Esteénfasis en “lo nuestro” hace del giro neoconservador una variante del arielismo: elsupuesto de que los valores y la identidad cultural de Latinoamérica están vinculadosde una manera especialmente significativa a su expresión literaria y artística.En cuarto lugar: el rechazo del multiculturalismo, el testimonio y lasnuevas modalidades de la teoría como los estudios subalternos o post-coloniales,ayuda a que, aunque se asume en principio lo que Aníbal Quijano ha llamado“la colonialidad del poder” en América Latina, en la práctica hay una resistencianotable a reconocer las demandas de autonomía y las nuevas formas de agenciadesarrolladas por los movimientos identitarios indígenas o afrolatinos, o de lasmujeres y las minorías sexuales. Se trata en cierto sentido de un enfrentamiento deintelectuales y artistas tradicionales, identificados sobre todo con la academia, lasrevistas, el mundo del arte y los centros de investigación e intelectuales orgánicosde los movimientos sociales.Quinto: hay un rechazo general, aunque no unánime, del proyecto de lalucha armada revolucionaria de los años sesenta y setenta, a favor de una posiciónpolítica más cautelosa, con la advertencia de que una “equivocación” (la caracterizaciónes de Sarlo) similar acecha en el corazón de las nuevas políticas identitariasy de empatía. Este rechazo conlleva una narrativa implícita, biográficamenteespecífica, de desilusión personal similar al modelo autobiográfico de la picarescabarroca, en que se asocia la juventud con las ilusiones del periodo revolucionariode los sesenta y setenta, y la madurez con una posición más desengañada ysensata. (Hasta cierto punto, se podría decir que el guerrillero arrepentido, comola figura del matón en la tercera parte de la película Amores perros, es el pícarocontemporáneo.)Sexto: en esta narrativa de desengaño está implícito el paso hacia la profesionalizacióne institucionalización de la generación de los sesenta en AméricaLatina. Por lo tanto, en el giro neoconservador se produce una reterritorializacióny defensa de las disciplinas académicas del mundo del arte, contra los disturbiosde lo que Néstor García Canclini solía llamar “ciencias sociales nómadas” y loque el escritor estadunidense David Stoll caracteriza despectivamente como “antropologíaposmoderna”; disturbios, por supuesto, provocados inicialmente poresa misma generación. En el caso de la literatura y el arte en particular, como hainsistido Sarlo entre otros, esto involucra una afirmación del llamado “valor estético”y del canon; un canon moderno-vanguardista, por supuesto, no el canon delas oligarquías tradicionales, pero también normativo, disciplinado, jerarquizado.147

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