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POLÍTICAS CULTURALES EN LA NICARAGUA POST-SANDINISTALa parte final del ensayo es un añadido reciente que intenta explicar el nacionalismosandinista como fragmento (des)localizado frente a (o dentro de) doslógicas predominantes: el mercado y la razón estatal.Cultura nacional y escrituraLas convulsiones sociales, culturales, políticas y tecnológicas de las últimas décadas(procesos que podríamos resumir en el binomio revolución y globalización) handemostrado que las transformaciones del Estado nicaragüense son lentas y paradójicas,aun en medio de cambios radicales en sus estructuras. Se ha enfatizado, aeste respecto, la importancia del cambio cultural, pero generalmente se piensa en elámbito de la cultura política y no de la política cultural, la que ha sido mucho menosdiscutida y estudiada. Esto quizá porque los requerimientos científicos y disciplinariosque supone esta discusión no están en nuestras academias y universidades, y,menos aún, en las prácticas discursivas del Estado.No hemos tenido ni una antropología que rescate y defienda las culturas tradicionales,ni una sociología que penetre el sentido de nuestra modernidad (GarcíaCanclini, 1989: 228-235), para no hablar de las carencias en los ámbitos de la historiadel arte y la literatura, la arqueología, las artes y ciencias de conservación, o los estudiosculturales. Confrontamos mal, por lo tanto, los cambios culturales y epistémicos delpresente. Significativamente, dentro de la trama neoliberal, la Universidad ha ido suspendiendola producción de científicos, ideólogos o intelectuales que podrían elaborarestos temas (Avelar, 2000: 110 y ss). El del presente es un modelo cultural y educativoque podría llamarse de “ciudad maquila” en que no se elabora de forma endógenala teoría social y cultural (de hecho, la Universidad ya no quiere o no puede formara los potenciales especialistas en estas áreas), y, sin embargo, se procesa y se recrea lacultura llamada nacional al ritmo impuesto por la globalización, en el estatus del mitoy la resignación (que incluye a veces procesos de partidización e ideologización).Hay que partir, pues, de reconocer estas ausencias y vacíos, los que setraducen en incapacidad cultural y científica para confrontar las realidades. Esurgente, por eso, pensar de manera histórica o genealógica esta problemática. Eneste sentido, para pensar la política cultural del Estado hay que volver la vistaal rol histórico de los intelectuales e ideólogos de la nación (que suelen ser losmismos), y a sus dos más preciados inventos (o inventarios) paralelos, el de lacultura nacional (en tanto repertorio de acentos y objetos) y el de la escritura comoespacio cultural alternativo en que se resguarda la subjetividad (cierta subjetividadcon poderío). Esto requiere un análisis un poco detallado, pero antes de intentarlo,quiero proponer como una de las hipótesis centrales de este ensayo que esta dobleconceptualización (cultura nacional y escritura como espacio de la identidad) yano es suficiente para confrontar los contextos del presente.236

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