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LEONEL DELGADO ABURTOpuede entregar de manera tan fácil. Sin embargo, los muertos no son productivos,y la ley del mercado tiende a imponerse. De esta manera el cortometraje medita enla tendencial lógica capitalista (acumulativa, quizá) que adquiere el legado revolucionario,y el quiebre de la sentimentalidad de los héroes y mártires, y, con ellos,de la amalgama de la nueva nación. Lo que se tienta en este tipo de representaciónes la posibilidad de un discurso crítico que, por lo general, no está presente en lascorrientes de pensamiento del sandinismo.De hecho, al pensar una política cultural capaz de resemantizar la herencia dela Revolución (en el entendido de que lo nacional no sea consumido por su posición“arcaica”) se debe pensar y establecer críticamente la naturaleza “estatal” o “gubernamental”que posee el sandinismo, recordando con Rancière (2006: 18) que “todapolicía [es decir, proceso de gobierno] daña la igualdad”. Esa razón gubernamentalrompe las posibilidades heterológicas de la política, esas que, por el contrario, “daña[n]la distribución policial de lugares y funciones” (Idem.). Esta diferenciación (una especiede dialéctica entre una razón policial y una autonomía popular) se puede aplicar alos actuales gobiernos de izquierda de la región latinoamericana para subrayar queen ellos opera la razón estatal en tensión con la política popular. Curiosamente, elgobierno sandinista de los ochenta podría iluminar de manera paradigmática cómola policía dañó la igualdad, asunto que no ha sido ni debatido ni resuelto. Tanto lossandinistas “institucionalistas” como los “nostálgicos” o los “orteguistas” piensan másen términos de “policía” (y, por tanto, alianzas con la clase política tradicional) quede política popular. 3 Esta posición permite la cercanía del actual gobierno sandinistacon los gobiernos izquierdistas, en especial el de Hugo Chávez. Es decir, la alianzaen el espacio de la razón estatal no implica automáticamente una representación enel espacio de las políticas populares, aunque sería erróneo también suponer que lapolítica policial anula totalmente las alternativas populares. 4 La sensación generalque da este tipo de contradicciones es que el pensamiento gubernamental alcanzóuna profundidad dramática en el sandinismo en general, y que es difícil rearticularuna política popular “desde arriba”, sublimando una institucionalidad radicalmentedañada por el mercado y el uso patrimonial del Estado. Pensar la cultura, quizá notanto la política cultural, puede significar en estas circunstancias mapear planosen que los fragmentos adquieran nuevos significados y se coloquen en posición deretar el predominio casi mítico de un pensamiento estatal/tradicional.3 Aunque al fsln (“orteguista”) lo sigue todavía la mayor parte de la base sandinista, hay otros dos grupos de importancia simbólica, bien seaporque se juntan ahí intelectuales o comandantes guerrilleros disidentes: el Movimiento Renovador Sandinista (mrs), más “institucionalista” yneoliberal, y el Movimiento por el Rescate del Sandinismo más “nostálgico” de la agenda original de la Revolución.4 Este tipo de contradicciones parece operar también en las posiciones de los intelectuales orgánicos de la Revolución. Sergio Ramírez, por ejemplo,se distancia del gobierno de Chávez y de la Revolución Cubana. Sin embargo, Ernesto Cardenal se declara “chavista” y procubano, aunque ambos(Ramírez y Cardenal) aparezcan en una misma corriente de oposición al gobierno de Daniel Ortega (ver Cardenal [2005] sobre Chávez, y Cherem[2004], cuando se refiere a la relación de Ramírez con la Revolución Cubana). Propondría que los intelectuales están también ubicados dentro delrazonamiento “policial” de la política, antes que en un ámbito popular.245

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