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ISIDORO CHERESKYactuales, que Schnapper define en términos sociopolíticos como “democraciaprovidencial”, “la representación deja de ser el instrumento de la trascendenciapolítica para devenir el medio por el cual se expresan los deseos y las identidadesde los individuos” (Schnapper, 2002).Para esta autora hay más democracia en este formato continuo, pues quienesdetentan el poder están a merced de la sociedad. De una sociedad en la que se multiplicanlas demandas igualitarias, pero fragmentarias y poco o nada vinculadascon una representación general de la comunidad política. De modo que este plus dedemocracia no es forzosamente considerado en términos positivos por la referidaautora, quien señala que ahora lo étnico y lo político son indivisibles. 31Por nuestra parte, podemos concluir que la ciudadanía ha alcanzado unacentralidad que proviene de su emancipación respecto al dispositivo institucionalde la representación, pero cabe reiterar —para no dar lugar a malos entendidos—que no serían consistentes con la interpretación aquí presentada: no se desconocela representación, pero su legitimidad está en juego permanentemente. En segundolugar, se expande una presencia ciudadana directa, que con frecuencia sí pone enjaque el sistema institucional.Las expresiones más características de la presencia ciudadana guardansintonía con su vehiculización por los medios de comunicación. La fuerza delcomún, en la que el número cuenta —evocando el propio escrutinio electoral—,está hecha de una articulación entre la presencia efectiva en la calle y su sustentovirtual —que necesita de los mass media— en unos representados implícitos, lo quepermite a ciertos reclamos y movilizaciones colectivas aspirar a ser la expresión deun estado mayoritario de la opinión que debe ser escuchado por los representantesy las autoridades, e incluso se impone a ellos. 3231 Como conclusión, D. Schnapper (2002) relativiza toda consideración valorativa sobre la mutación considerada: “No existe una esencia de lademocracia. El derrumbe de las prácticas de la república representativa no significa ni el fin de la democracia ni el fin de la historia.”32 El juicio político a Ibarra, que culminó en 2006 con su destitución como jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, es una ilustraciónde la complejidad de la nueva movilización ciudadana. La acción pública de reclamo por justicia fue iniciada por los familiares de las víctimas enel incendio del local de baile “República de Cromagnon” y, a partir de cierto momento, se focalizó en el reclamo de un juicio al jefe de gobierno.Éste transcurrió —tanto en su fase de instrucción como de juzgamiento— bajo la intensa y variada presión de los familiares. La institución parlamentariaparecía inerme frente a ese despliegue y en varias oportunidades se plegó a la presión de la calle. Esa presión se valía de una legitimidadhecha del dolor por la pérdida de seres queridos, acompañada por la pretensión de un saber sobre lo sucedido y sobre las responsabilidades de losdiferentes involucrados. El reclamo de justicia, en verdad, se transformaba en el reclamo de un veredicto que parecía evidente para los movilizados.Ignorar su reclamo, no de instrucción del juicio y de la determinación de responsabilidades sino de determinado fallo, les parecía a ellos —y a partede la opinión pública— como una denegación de justicia. Lo más significativo es que la intensidad emocional del movimiento no correspondíaa un estado mayoritario de la opinión porteña que fuese favorable a la destitución de Ibarra, como lo revelaron varias encuestas realizadas a lolargo del juicio. Pero esa opinión ciudadana más prudente en la atribución de responsabilidades no parecía tampoco dispuesta a movilizarse ni aplebiscitar al jefe de gobierno como lo demostró la debilidad de acciones directas a favor del jefe de gobierno y el anterior fracaso en reunir firmaspara la convocatoria de un plebiscito. Pero la movilización de los familiares de las víctimas de Cromagnon no quedó simplemente subsumida en laexpresión de sufrimientos individuales y de reclamos de reparación que van más allá de lo que está al alcance de los seres humanos. Por cierto, estamovilización, aunque fue objeto de apropiación por grupos partidarios, también tuvo un alcance político porque echó luz sobre el funcionamientodel Estado local, sobre la legislación existente en el orden de la seguridad ciudadana, sobre los procedimientos para la designación de funcionariosy sobre los límites, y en algunos casos connotaciones corruptas, de la actividad que éstos desempeñan. En este caso también, y sin ignorar las reservasque plantea el desarrollo del mencionado juicio político, es posible afirmar que la movilización de los afectados contribuyó a echar luz sobreproblemas políticos cruciales y que ello no hubiese sucedido por la simple intervención de los dispositivos institucionales.115

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