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LOS ESPECTROS LATINOAMERICANOSse da como tragedia y luego como farsa, no significa, por supuesto, que uno novaya a la búsqueda, para intentar entender su época, de aquellos otros momentosde la historia que pueden servir de espejo invertido. Para algunos periodistas ytambién para ciertos divulgadores del pasado es sumamente atractivo, y altamentefuncional a sus intereses, destacar una y otra vez de qué manera las cosas se repiten,haciendo de la historia una suerte de escenario en el que en definitiva nosvolvemos testigos de una eterna lucha entre buenos y malos, adaptándose cadauno a los gustos del periodista o historiador de turno.Estas frenéticas búsquedas de relaciones especulares con el pasado se hanconvertido en una moda particularmente activa en nuestros días, en los que enla Argentina y en gran parte de Latinoamérica parecen regresar los inolvidablesaños setenta. Con el triunfo de Bachelet en Chile, mujer, divorciada, socialista ehija de un general asesinado por la dictadura pinochetista, y la inédita asuncióndel primer presidente indígena y de izquierda en Bolivia, que se suman a Lula enBrasil, a Chávez en Venezuela, a Tabaré en Uruguay y a Kirchner en la Argentina(y recientemente a Correa en Ecuador), 2 el sur de América parece haber regresadoa los primeros años setenta, esos que se han vuelto míticos y que llevaron losnombres propios de Salvador Allende, de Velasco Alvarado, de Juan José Torres,de Héctor Cámpora y que estuvieron signados por las utopías revolucionarias deuna generación que intentó tomar el cielo por asalto y que, como se encargaría demostrarlo la segunda mitad de esa década, terminarían en el infierno y la desolación.La tentación es, sin embargo, demasiado grande, tanto para la derecha que,entre nosotros, habla desde las columnas de prestigiosos matutinos del regresodel populismo estatizante, como para algunas izquierdas que creen estar viviendonuevamente en una etapa revolucionaria. Para los primeros la antigua amenazacomunista se ha transmutado en la bestia negra de la actualidad que lleva el2 Este ensayo fue escrito, en su primera versión que preferimos mantener pero haciendo algunas salvedades, entre el 2006 y el 2007; es decir,antes de la derrota del candidato de la Convergencia en Chile a manos del neopinochetista Piñera pero también antes de los triunfos de Lugo enParaguay y, más cerca en el tiempo, de José “Pepe” Mujica en Uruguay. Por un lado el agotamiento de la experiencia de casi dos décadas de unaalianza política democratacristiana-socialista que no quiso ni supo desmontar el núcleo del modelo económico neoliberal forjado en los tiemposde la dictadura de Pinochet, volviéndose funcional, en cierto sentido, a la lógica de los sectores económicos dominantes y clausurando cualquieralternativa de radicalización popular como inviable y anacrónica. En todo caso, el progresismo chileno pagó un precio equivalente al que en sumomento también pagaron los grandes partidos socialdemócratas europeos que fueron funcionales al giro neoliberal del capitalismo de las últimastres décadas. Chile constituyó, para las derechas continentales “espantadas” ante las experiencias caracterizadas como populistas, el ejemploinmaculado y el espejo en el que deberían mirarse el resto de las naciones de una Latinoamérica contaminada por el virus maldito del populismo.La Convergencia chilena participó activamente de los relatos dominantes asociados al fin de la historia y la muerte de las ideologías, al mismotiempo que incorporó sin inconvenientes la matriz consensualista y neutralizadora de la política propia del capitalismo neoliberal. Por el otro lado,la diversidad de experiencias políticas en la región que se enriqueció con la llegada de Lugo, un exobispo forjado en la tradición de la Teología dela Liberación, al gobierno de uno de los países más lastimados del continente, y de alguien como Mujica que proviene de la antigua militanciatupamara aunque en la actualidad su discurso se haya moderado significativamente. Queda por reflexionar, tal vez más adelante, la complejidad dela escena política argentina a partir del triunfo electoral de Cristina Fernández y de la agudización del conflicto con las principales corporacioneseconómico-mediáticas que viene signando la primera mitad de su gobierno, dándole forma a una coyuntura marcada por la excepcionalidad y lafuerte politización de amplios sectores de la sociedad. Lo cierto es que, y ésa es la tesis de este ensayo que sigue sosteniéndose, Latinoamérica estáviviendo un proceso histórico extraordinario en contramarcha a lo que sucede en la mayor parte del planeta; un proceso que vuelve a proyectar confuerza las tradiciones emancipadoras, populares e igualitaristas.66

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