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CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA CONTINUAEspacio público y régimen político mixtoAhora bien, debe constatarse que los caminos usuales de la representación sehallan alterados y en parte abandonados. Durante buena parte del siglo xx, ahídonde había vida política la representación era un vínculo estable que vertebraba elorden político. Eso fue cierto para los partidos políticos que, si bien evolucionaban,tenían una continuidad en su existencia y su enraizamiento. Los liderazgos y lascandidaturas surgían de su seno, es decir, que era en el interior de las organizacionespartidarias que se hacía carrera política. Aun los líderes providenciales queemergían se “rutinizaban” y daban origen a partidos y movimientos organizados.En ese entonces la ciudadanía era inseparable de la morfología social, es decir, dela inserción estructural de los individuos en el mundo del trabajo y en pertenenciasorganizacionales en la vida pública; y —como ya se indicó— aludir más bien alpueblo que a la ciudadanía correspondía a la idea de sujetos con identidades ya definidasy no —como es el caso con el vocablo ahora en boga— a un conglomeradode individuos con pertenencias transitorias.El ciudadano de nuestro tiempo generalmente no tiene identidades políticaso incluso con frecuencia carece de pertenencias sociales permanentes. Ello noquiere decir que la inestabilidad y la futilidad dominen la vida pública; existe ciertaconstancia en las sensibilidades y orientaciones paralela a un involucramiento en eldebate público (aunque excepcionalmente se registra el involucramiento emocionaly activo del pasado) que sustrae a los individuos democráticos de las directivas delos dirigentes partidarios y corporativos, pero no convierte a los pronunciamientosciudadanos en arbitrarios y aleatorios.Así, el derecho a peticionar o aun a rebelarse (ya mencionado en el“Segundo ensayo sobre el gobierno civil” de Locke) inscrito en la tradiciónliberal se ha extendido y ha adquirido nuevas formas. De modos variados, laciudadanía tiene una existencia cotidiana y paralela que ejerce influencia en larepresentación formal. Por lo pronto, la opinión pública es un dato permanente yun momento —que se impone como referencia entre una elección y otra— de laconfiguración ciudadana influida, pero no dominada, por la diversidad de actosproducidos en el espacio público por las intervenciones de líderes, institucionesy asociaciones. De esas prácticas, una que sobresale y opera como brújula paralas decisiones de políticos y gobernantes, es la determinación del “estado de laopinión”, las actitudes de los individuos medidas por los sondeos. Esta opiniónes una figura —un pronunciamiento ciudadano virtual— sin fuerza legal perono carente de eficacia pública, contrafaz de otra figura pasiva del ciudadano, lade audiencia de los medios de comunicación. En el espacio público se libra unalucha por influir en la audiencia, esperándose que el resultado se refleje en lasencuestas de opinión, fuente de legitimidad para la acción inmediata y anticipode los pronunciamientos electorales.100

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