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RICARDO FORSTERresucitar a aquel otro que había sido reducido a inanidad, y explican, también,la proliferación de aquellos discursos que, de distintos modos y con diversas justificaciones,adhieren, lo digan o no, sean claramente de derecha o esgriman undiscurso progresista, a una suerte de democracia patrimonialista y pseudo-ilustradaque sea capaz de enfrentarse a los caudillismos plebeyos que vuelven a amenazar laconstrucción en América Latina de un orden jurídicamente intachable, afianzadoen instituciones que funcionen de acuerdo a las leyes y a un verdadero republicanismo.En este relato muy en boga no hay, no puede haber lugar, para ese otro oscuro,irreflexivo, bárbaro, plebeyo, anárquico, atrasado, reducido a plebe fascinadapor el discurso del populismo de turno. La nación democrática se construye conindividuos autoconscientes, con ciudadanos y no con multitudes.Será en relación con este debate que estamos forzados a pensar el lugary el papel del Estado en la actualidad latinoamericana, saliéndonos tanto de lasfrivolidades antiestatistas heredadas, por derecha o por izquierda, de la tradiciónliberal que, sin embargo, casi nunca abandonó, en estas latitudes y cuando fuepoder, la centralidad del Estado; como, así también, articular una indispensablesospecha ante las nuevas promesas que surgen del renacimiento de la máquinaestatal de la mano del retorno de aquellas otras tradiciones enraizadas en el populismoestatalista. ¿Cómo pensar la política sustrayéndonos al espectro del Estadoen sus versiones ya conocidas? ¿Cómo impedir que nuevas y poderosas fuerzascentrípetas absorban y homogenicen la pluralidad de voces y experiencias que sehan desplegado en el interior de ese “otro” cuya reducción a mero “pueblo queacompaña” es uno de los mayores peligros que provienen de las actuales formasque va adquiriendo el populismo? O, y siguiendo algunas de las reflexiones deGiorgio Agamben, ¿cómo escapar a la matriz soberana de la política moderna que,girando alrededor de la máquina estatal, creó las condiciones para el desplieguesistemático de las diversas formas de la exclusión que acabaron dándole su gramáticaa las violencias genocidas que se cebaron en el cuerpo del Homo sacer? Conpalabras de Walter Benjamín, ¿cómo impedir que, en nuestro continente, sigamosnadando a favor de la corriente, subiéndonos, de nuevo, al tren del progreso?En los ochenta y los noventa, cuando reinó inmisericorde el neoliberalismo,cuando los amos de la economía ocuparon la totalidad del paisaje políticoy declararon la liquidación del Estado como rémora de un pasado de atraso, lospobres fueron apilados en la más radical de las subalternidades, convertidos enmasa desarrapada, indigente, marginal, analfabetizada en casi todos los sentidos,reducidos a una nada política, a un vacío identitario. Fue, esto hay que decirlo, eltiempo de las ongs, la época de otra forma de asistencialismo, muy distinto al tancriticado por populista; éste fue un asistencialismo fragmentado, desacompasado,humillante, caritativo y radicalmente alejado de cualquier intento de reconocimientodel otro. Ya ni masa irredenta, ni multitud popular, ni clase revolucionaria, nisiquiera un nombre propio a la hora de pensar la escena política contemporánea;81

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