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JESÚS MARTÍN BARBEROnuevos modos de la visibilidad social cuando la mediación de las tecnicidades pasa aser estructural, esto es, cuando ellas median justamente las transformaciones —loscambios de forma en el sentido que le dieron Marx y Freud a ese concepto— de lopúblico, las nuevas formas tanto del configurarse de lo público como de su percepción. Es aesas performatividades a lo que he venido llamando en mis últimos trabajos visualidades.Terminaré este trabajo mencionando algunas visualidades del protagonismosocial logrado por los jóvenes en Colombia.“Las imágenes de los jóvenes como perpetradores de violencia son las que,irónicamente, dieron principio a su visibilidad y las que les abrieron una forma departicipación en la sociedad a través de la negociación de acuerdos de paz o deespectaculares representaciones mediáticas” (Riaño, 2006: 149). Efectivamente fuea partir de las imágenes de los dos jóvenes sicarios que, montados en una moto,asesinaron a mediados de los años ochenta al ministro de Justicia, cuando el paíspercibió por primera vez la presencia de un nuevo actor social: los jóvenes, quecomenzaron a ser protagonistas en titulares y editoriales de periódicos, en dramatizadosu otros programas de televisión, en novelas y filmes. Y unos pocos añosdespués, en un extraño libro titulado No nacimos pa’ semilla se hará también públicoel primer intento de comprensión de la performatividad estética de los jóvenes sicariosde Medellín. Su autor, Alonso Salazar, se arriesga por primera vez a investigar elmundo de las pandillas juveniles urbanas desde la cultura. Enfrentando la reducción de laviolencia juvenil a efecto de la injusticia social, del desempleo, la violencia políticay la facilidad de dinero que ofrecía el narcotráfico, la investigación de Salazar no ignoraesas realidades pero muestra que la violencia juvenil se inscribe en un contextomás ancho y de más larga duración: el del complejo y delicado tejido socioculturaldel que están hechas las violencias que atraviesan por entero la vida cotidiana de lagente en Colombia y de la sociedad antioqueña en particular.Se pone así al descubierto la complejidad y el espesor cultural de los ritualesde violencia y muerte de los jóvenes, en su articulación a rituales de solidaridad yde expresividad estética, reconstruyendo el tejido desde el que esos jóvenes viveny sueñan: desde el rock duro, el metal y sus peculiares modos de juntarse, a lasmemorias del ancestro paisa con su afán de lucro, su fuerte religiosidad y la retaliaciónfamiliar, pero también los imaginarios de la ciudad moderna, con sus ruidos,sus sonidos, sus velocidades y su visualidad electrónica. Siendo esos jóvenes losprimeros a los que se les aplicará en Colombia el apelativo de desechables, Salazarnos ayudó a entender la densidad de sentido en que los jóvenes sicarios constituíanel desecho de la sociedad, pues desechable significa la proyección sobre la vida de laspersonas de la rápida obsolescencia de que están hechos hoy la mayoría de los objetosque produce el mercado, pero desechable tiene que ver también con desecho,esto es, con todo aquello de lo que una sociedad se deshace o se quiere deshacer…porque le incomoda, le estorba. Empezamos así a comprender de qué dolorosas ya la vez gozosas experiencias, de qué sueños, frustraciones y rebeldías estaba hecho131

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