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CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA CONTINUAsegún lo establecido por la Constitución. La protesta resultó ser un estallido con grancapacidad en el cuestionamiento a las fuerzas y dirigentes políticos tradicionales,pero su sedimento institucional en asambleas vecinales fue limitado en cuanto a laparticipación ciudadana y en la sobrevivencia de las mismas. Pese a lo esperado, nohubo un renacimiento duradero de la sociedad civil ni una recomposición políticacon líderes venidos desde abajo de la protesta (Cheresky, 2006a y 2006b).Esta configuración del espacio público, de su entidad propia condicionada,por cierto, por las estructuras de la economía y del Estado, pero no determinada porellas, puede favorecer la politización de las sociedades democráticas e incrementarel peso de la lógica igualitaria, aunque no es forzoso que ello suceda. Al pesar másla condición ciudadana, y en algunos casos popular, prevalece la lógica igualitariarespecto a las diferencias jerárquicas de variada fuente. Se ha hecho hincapié en laevolución contemporánea hacia una “democracia de lo público” (Manin, 1995)para poner de relieve esta primacía de la lucha política, y de lo que se puede instituircomo diferenciaciones y subjetivizaciones específicas en el espacio público.Políticos y gobernantes son tributarios de esta arena. Algunos pueden nobuscar la sintonía inmediata con “la gente” y procurar una acción más estratégica,pero ninguno ignora este espacio.Se pone énfasis aquí en la autonomía ciudadana, es decir, en percibir a lasociedad como compuesta cada vez más por individuos que tienen pocas y débilesidentificaciones permanentes, salvo en los casos en que justamente la expansióndel principio democrático ha despertado o contribuido a reconstituir identidadessumergidas, como es el caso —en América Latina— de las comunidades indígenasen Bolivia y en menor medida en Ecuador. Pero los sujetos colectivos no handesaparecido, aunque tienen características distintas a los del pasado. Por cierto,emergen identidades étnicas que constituyen un desafío a la comunidad políticauniversalista, pero pese a la resonancia de estas identidades re-emergentes, ellas noparecen denotar la tendencia dominante.Como se ha recordado más arriba, la representación legal es reconocida porlos ciudadanos, sin pretensiones de su desplazamiento, salvo en los momentos decrisis como los que se precipitaron en Argentina con el Cacerolazo, en Perú conla corrupción en el gobierno de Fujimori y en Ecuador por las protestas de losexcluidos. E incluso en los momentos de crisis, elegir nuevos representantes esuna aspiración compartida, y es ésta, la creencia esencial de que es la resoluciónmayoritaria por el voto la que permite reconocer el afincamiento de la democraciaen amplias regiones del mundo y en particular en América Latina. Los poderes fácticospersisten y se renuevan, la desconfianza ciudadana permanece, pero el accesoal poder resulta de elecciones libres. Se pueden formular muchas acotaciones sobrelos condicionamientos al ejercicio de la voluntad popular y las restricciones queenfrentan los gobernantes, pero puede afirmarse que la capacidad —y en muchoscasos, primacía— de los poderes fácticos ha decaído.106

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