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LOS RELATOS DE LA VIOLENCIA EN SERGIO GONZÁLEZ RODRÍGUEZprácticas residuales de un Estado corrupto e inoperante dentro de las reglas de unestado de derecho. 12Este desencuentro se ilustra en las primeras páginas de El vuelo, cuando elnarrador hace converger en un mismo renglón las referencias a las exploracionesespaciales y científicas de los sesenta con el brote de la industria internacional delnarcotráfico. De esta manera se ilustran los agudos anacronismos que subyacenen la lógica del posmodernismo dentro de las sociedades tercermundistas. Otroejemplo de esta irreconciliable lógica del posmodernismo mexicano puede situarseen la asesoría que el gobierno local de Chihuahua busca al invitar al especialistaen asesinatos seriales, Robert Ressler, quien luego de una breve estadía profesionalen Ciudad Juárez ofrece unas recomendaciones que están lejos de entender lanaturaleza del ejercicio policial y judicial en esta comarca fronteriza. El especialistaen pesquisas criminales no percibe que en su análisis de la situación el mayordespistado termina por ser él mismo, al no aprender las claves de un sistema cuyalógica corrupta burla su narrativa racional y científica.En El hombre sin cabeza, asistimos a una vuelta de tuerca adicional en lareflexión sobre la violencia que azota a varias regiones de la república mexicana,pues dentro de este texto se elaboran nuevas hipótesis que superan la reflexiónenmarcada en la lógica nacional, para insertarla dentro del contexto más ampliode las recientes inflexiones de la cultura global. Si en el México posmoderno elacucioso periodista reconocía los anacronismos y desencuentros entre dos lógicasinversas, su último ensayo persigue distintas consideraciones para aproximarseal problema de las decapitaciones que se han popularizado bajo el manto de lanarcocultura. Pareciera entonces que asistimos a la mutación del marco referencialde la criminalidad y la violencia que, en este caso, no se leen exclusivamente comoproductos de un aparato policial inepto y un sistema judicial corrupto, sino que seadvierten como prácticas intersecadas por un padecimiento mayor y de dimensionestrasnacionales o globales.Uno de los mayores aciertos de El hombre sin cabeza consiste precisamente enprovocar un pensamiento cultural en torno a un fenómeno de signo anárquico, lasdecapitaciones, que se explora como un mal de época, una marca del declive delEstado moderno como instancia primera de sentido y control social: “En las sociedadescontemporáneas, situadas entre las imantaciones locales y el vértigo global,el problema de la ley y la justicia se ha vuelto un estigma peculiar” (GonzálezRodríguez, 2009: 61). En este diagnóstico de la narcoviolencia como un problemaque trasciende al marco de la seguridad nacional (asunto de la biopolítica) al relacionarsecon un sistema de orden y ley sociales, el periodista mexicano coincidecon las opiniones del embajador Arturo Sarukhán citadas en un artículo del New30412 Por estado de derecho nos referimos a ese concepto doble de un Estado que, por un lado apunta a la centralización y concentración del poderpolítico bajo la figura de un gobierno democrático con su inherente división de poderes y que, por otro, se refiere a un marco colectivo de leyes queregula el comportamiento ciudadano.

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