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POLÍTICAS CULTURALES EN LA NICARAGUA POST-SANDINISTAnuevo” ha resultado tener un fundamento más tecnológico y de consumo que ético.Incluso, entender la opresión, que debería ser una tarea fundamental de la cultura,en estas condiciones pasa por un complejo proceso interdisciplinario y sin territorialidaden el que, una vez más, estamos en términos académicos muy atrasados.4) El usufructo subalterno de las identidades (incluida la identidad nacional).Contrario a las versiones post-estructuralistas más ortodoxas, que piensan que nohay manera de que los oprimidos “hablen” dentro de los esquemas establecidospor el Estado y la modernidad, se podría postular, en un sentido más gramsciano,que es el carácter fragmentado de las luchas subalternas (Gramsci, 1985: 493) loque contribuye a la ocultación y encubrimiento de esas presencias. En Nicaraguatenemos el gran ejemplo de Sandino como agente político que rearticula el sentidode lo nacional a partir de luchas sociales específicas, que tienen caracteres regionales,étnicos y con una agenda social (rural y agraria) concreta. ¿Es posible colocarlas agendas que provienen de ámbitos subalternos en los espacios de lo estatalnacional? Éste es en parte el tema de la investigación de Érick Blandón (2003:217) y es el eje con que, recurriendo al paradigma de los estudios culturales, puedeinvocarse la heterogeneidad cultural.Desde dónde intervenirPor supuesto, nada de estas potenciales fuentes de identidad aparecerán ordenadaso estudiadas, y, sobre todo, discutidas, si no hay espacios de creación, teorizacióny debate. Las políticas culturales (en su discurrir lento y personalista, característicodel Estado nacional) parecen surgir de un arreglo entre estas cuatro posiciones, conel predominio de algunas, según diferentes intereses y agendas. Así, hemos tenidouna tensión entre una política cultural de mera publicidad folclórica, y otra políticaque podría llamarse letrada o intelectual, mucho más pedagógica e iluminista.Aunque, como sabemos, lo que sobresale en las últimas décadas es más bien laausencia de políticas culturales coherentes, o lo que es lo mismo, el predominio deuna política de inercia y desarraigo tácito.Por otra parte, la pobreza cultural hace pensar de manera patrimonial laspolíticas culturales, es decir, qué parte del presupuesto tocará a qué grupo o persona.Sin embargo, creo que debemos aspirar a ir un poco más a fondo y discutir loque realmente está por detrás de nuestra ansiedad patrimonialista. Y esto conllevaun cuestionamiento muy importante: ¿arte o artesanías? (García Canclini, 1989:224), es decir, creadores autónomos y modernos o culturas populares. 2 Por variasrazones esta dicotomía se ha tornado falsa, aunque tal falsedad no implica una2 La globalización y el post - modernismo tienden a indiferenciar los dos ámbitos, pero de manera interesada: se exalta la autonomía de los mediosde comunicación, más que de las culturas populares, y se requiere que los creadores ingresen de manera optimista a ese ámbito indiferenciado.240

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