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IGNACIO M. SÁNCHEZ PRADO(unión de los contrarios: crítica igual a enjuiciamiento de una realidad personal), la confesiónautocrítica que declara un vacío, la oquedad interminable de este país que debeataviarse, que debe amueblarse, que debe erigirse y constituirse en decoración para asícerciorarse de su propia existencia. (1970: 179)María Eugenia Mudrovcic (1998: 33) ha leído en estos pasajes un “ejercicio éticode liberación” que consiste en “desenmascarar el vacío dejado por un repertoriode formas cuyos contenidos originarios ya no existen, desgastados por el tiempoy los usos retóricos a los que los sometió en la esfera pública”. Esta revelación delvacío retórico, para Mudrovcic (Idem.) es parte de “una tarea violenta de higienizaciónsimbólica que no podría entenderse debidamente sin hacer mención al68”. El camp, sin embargo, debe verse también como parte del problema que elpropio Monsiváis subraya. Las citas anteriores muestran una evaluación negativadel camp, evaluación que se repite constantemente en el libro. Monsiváis (1970:147) señala inequívocamente que el tiempo libre es “la reafirmación unánime delSistema”; “lo que la burguesía demanda del tiempo libre es la consagración, elrefrendo de una conducta invariable”.Si bien el cronista tiene la capacidad de desenmascarar los vacíos de lacultura popular y del nacionalismo estatal, también es cierto que la mayoría de lapoblación, especialmente esa clase media que Monsiváis ataca sin reservas en ellibro, habita el territorio de la cultura mediática. El pueblo no es sólo la entidadglorificada por el pensamiento de izquierda. También es el conjunto de personasque desfallece ante presencias como la del cantante Raphael en la Alameda Central.Dentro de la crónica sobre este último, Monsiváis (1970: 48) ridiculiza el potencialemancipador de la cultura mediática que se comenzaba a postular en esas épocas: 5Y entonces el Teórico Súbito explicaba el hecho como consecuencia de la realidad del pueblode México: oír a Raphael gratis era vengarse o recobrarse del cerco de una burguesía exclusivistaque ha llevado la plusvalía hasta el exceso de captar nada más para ella “Cuando tú noestás” (o cualquier otro hit que suene incesante por la radio). El pueblo, febril y desbordadoen más de cincuenta mil de sus manifestaciones individuales, concretaba una mínima expropiación.Y como las demás exégesis, también la del Teórico Súbito resultaba incompletaporque no había nada que hacer, no era posible entretenerse descifrando el bizantismo decuántos proletarios oirían a Raphael en la punta de un alfiler y menos en ese instante, cuandola presión brutal de la multitud, además del cliché verbal era una realidad angustiosa.En este pasaje podemos ver el planteamiento implícito de algunos problemas, que5 Quizá en este sentido Monsiváis es tan tributario como sus contemporáneos más radicalizados de la crítica profunda realizada por Guy Debord,que llegó a considerar al espectáculo (y a la cultura de masas) como “[t]he autonomous movement of non-life” (Debord, 1994: 12). Claramente,Monsiváis eventualmente se alejará de este extremo, pero siempre reconocerá, como reconoció Debord (Idem.) que “[t]he spectacle is not a collectionof images; rather, it is a social relationship between people that is mediated by images”.277

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