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LUIS ARMANDO GONZÁLEZuna vida interpretada. A través del sentido que damos a la vida, interpretamos ésta yobtenemos, en vez de una maraña de sucesos, un ovillo ordenado y estructurado. Nosencontramos con una identidad en la vida, es decir, con la posibilidad de reconocer unsujeto. Pero éste no aparece dado desde un principio, sino que tiene que construirse[…] La vida individual aparece así como una historia que debe ser narrada.”La identidad es, entonces, una narración que se construye. En esa construcciónhay algo que se mantiene —eso que hace que a lo largo de su vida elindividuo se sienta el mismo—, pero hay algo que cambia —eso que hace que elindividuo a lo largo de su vida no se sienta lo mismo—. Ser el mismo, pero no sersiempre lo mismo: en esto consiste el dinamismo de las identidades individuales.A esto fue a lo que apuntó Xavier Zubiri con su distinción entre “personeidad” y“personalidad”. La primera tiene que ver con realidad humana en tanto que sustantividad,mientras que la segunda tiene que ver con el hacerse de la existencia. O,en palabras de Zubiri (1982: 84), “la personalidad es algo que se va haciendo, quese va adquiriendo y formando, que incluso se puede ir deformando y perdiendo alo largo de la vida, y que desde luego se va modificando en todo instante de ella[…] En cambio, la personeidad […] es algo que se posee desde el primer momentode la concepción, y que jamás varía: siempre se es el mismo”.La identidad de cada cual —lo que cada cual es y la forma como cada cualconstruye narrativamente su identidad— se juega en una lógica de permanencia yde continuidad, pero también en una lógica de mutabilidad que, aunque insensibleen la cotidianidad de cada cual, se hace notar en momentos clave de las trayectoriaspersonales. En no pocas situaciones esas mutaciones se viven como una verdaderacrisis, como resultado de la cual se producen no sólo renuncias importantes, sinocambios drásticos en las opciones y compromisos que hasta el momento se habíanasumido. Pero, además, el problema de la identidad no atañe sólo a los individuos,sino también a grupos y sociedades. Y en todos los casos se trata de un procesode construcción “que depende —en palabras de Manuel Antonio Garretón (2000:27)— tanto de procesos internos como de las relaciones e imágenes externas aellos. El proceso de construcción de identidades es enteramente distinto a nivel individual,grupal o societal, y es un abuso intentar definir las identidades colectivasa partir de categorías individuales o psicológicas: por ejemplo, la idea de ‘búsquedadel padre’ aplicada a las colectividades. Y también lo es trasladar categorías colectivasa nivel de las identidades individuales: por ejemplo, definir a una persona sóloa través de categorías de clase social”.En la actualidad, la construcción (y redefinición) de la anarquía no es ajenaa los influjos de la globalización. Porque esta última ha generado y está generandodinámicas culturales que afectan universos simbólicos (culturas) establecidos endistintas sociedades y, en ese sentido, impactan las identidades forjadas al calor deesos universos simbólicos. Para el caso, la principal fuente de identidad en AméricaLatina, a lo largo del siglo xx, fue la identidad nacional-estatal, “que servía de base a253

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