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ISIDORO CHERESKYLa democracia, régimen mixtoPero el democrático es, de todos modos, un régimen de naturaleza mixta en el quela dinámica de la igualdad política no hace sino contrarrestar la eficacia de las persistentesdesigualdades sustentadas en las diferencias de fortuna, de capacidadeso de atributos naturales. Y el espacio público político aun expandido y liberado,como lo está crecientemente en las sociedades contemporáneas, no se sustrae a lacoexistencia de dos principios.La percepción de que quienes acceden y se alternan en el poder constituyenuna élite que goza de privilegios y procura mantenerse en esas posiciones de poder,es extendida, quizás como nunca en el pasado, entre los contemporáneos.Ello es así porque esta tensión entre principios igualitarios y “aristocráticos”,característica del régimen democrático, aparece en nuestro tiempo con otros rasgosque le dan una visibilidad al haber entrado en crisis las identidades tradicionales y,en consecuencia, la identificación entre dirigentes y dirigidos.En el pasado la división horizontal de la estructura socioeconómica o social(entre trabajadores y patrones, entre pobres y ricos), o vertical de las instituciones(entre diferentes pertenencias étnicas, regionales o creencias religiosas, afiliacionespartidarias o pertenencias sindicales) podía “expresarse” en el ámbito públicode modo tal que dirigentes y dirigidos de cada campo parecían unidos por unacomún pertenencia. Ahora esas posiciones diferenciales de poder en el interior deorganizaciones y corporaciones se han debilitado o se han diluido en la medida enque la relación identificadora que aseguraba cohesión y obediencia se halla cuestionada.Del mismo modo se han debilitado las identidades que se sustentaban enla división social del trabajo, en tanto que los individuos “circulan” o se reconocenen nuevas identificaciones.No es que las identificaciones “convencionales” hayan desaparecido, porejemplo, las derivadas de las desigualdades de fortuna o las socioculturales. Pero,parece predominar una percepción que pone más de relieve y adjudica importanciaa la propia distribución desigual de recursos en el ámbito público y particularmenteen el político. Según las capacidades socioculturales o la propia posición institucionalen el Estado o en los medios de comunicación, las posibilidades de hacersever u oír son completamente diferentes. El espacio público en nuestras sociedadeses fluido. Existen, por supuesto, vías para tener eco o significación en él, y ello esuna característica de su virtualidad de arena igualitaria; pero también persiste laimportancia de los recursos estructurales, que dotan a los diversos grupos socialesde posibilidades diferentes. Sin embargo, tanto para quienes pueden respaldarse enuna situación estructural de poder como para las identidades que se constituyen entorno a viejas o nuevas demandas, sus capacidades de transformarse en enunciadorespúblicos no están predeterminadas. Tanto para los poderosos como para losdiferentes actores del común, no existe una objetividad decisiva que defina antes107

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