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MATERIALES PARA UNA NUEVA AGENDAY la ciudad comenzó a hacerse visible cuando una serie de estrategias comunicativascallejeras sacó a sus habitantes del “túnel” por el que la atravesabanprovocándoles mirar y ver. La primera consistió en los más de cuatrocientos mimosy payasos —estratégicamente ubicados en múltiples lugares de la ciudad especialmentecongestionados—, señalando las líneas de cebra para el paso de peatonesy acompañándoles, con el consiguiente revuelo, protestas y desconciertos que ellocausó tanto en los conductores de automóviles como entre los asombrados transeúntes.Lo que en principio se tomó como un “mal chiste” del alcalde, se convirtiópronto en una pregunta acerca del espacio público, pregunta que encontró muypronto su traducción en gesto y conducta: la alcaldía regaló a miles de conductoresun tarjetón en el que se veía, por una cara, el gráfico de un dedo pulgar haciaarriba, y por la otra el pulgar hacia abajo, que muy pronto aprendieron a usar paraaplaudir las conductas respetuosas de las normas y solidarias o para reprochar lasinfracciones y violencias. A los pocos meses se abrió un concurso para que Bogotátuviera himno, pues una ciudad sin himno no se oye. Y después fue la aparición dela zanahoria como signo de la muy polémica implantación de una hora-tope paralos establecimientos de bebidas alcohólicas. Y después los rituales de vacunacióncontra la violencia, la instalación en los barrios más pobres de casas de justicia paraque la gente dirimiera sus conflictos localmente y sin aparato formal, o la creaciónde la noche de las mujeres, etcétera.Se trata de un rico y complejo proceso de lucha contra la explosiva mezcladel conformismo con la acumulación de rabia y resentimiento, y ello reinventandoa la vez una cultura política de la pertenencia y una política cultural de lo cotidiano.De ahí que fueran dos los hilos que entrelazan las múltiples dimensionesde esa experiencia: una política cultural que asume como objeto a promover, notanto las culturas especializadas sino la cultura cotidiana de las mayorías, y conun objetivo estratégico: potenciar al máximo la competencia comunicativa de losindividuos y los grupos como forma de resolver ciudadanamente los conflictos yde dar expresión a nuevas formas de inconformidad que sustituyan la violenciafísica. Con una heterodoxa idea de fondo, la de que lo cultural (el nosotros) mediay establece un continuum entre lo moral (el individuo) y lo jurídico (los otros), comolo ponen de presente los comportamientos que, siendo ilegales o inmorales son sinembargo culturalmente aceptados por la comunidad. Fortalecer la cultura ciudadanaequivale entonces a aumentar la capacidad de regular los comportamientos delos otros mediante el aumento de la propia capacidad expresiva y de los mediospara entender lo que el otro trata de decir. A eso lo llama Antanas “aumento de lacapacidad de generar espacio público reconocido” (Mockus, 1998: 18). Armadainicialmente de ese bagaje conceptual, la alcaldía de Bogotá contrató una complejaencuesta sobre contextos ciudadanos, sentido de justicia, relaciones con el espaciopúblico, etcétera. Dedicó a su campaña de Formar Ciudad una enorme suma, el1% del presupuesto de inversión del Distrito Capital, emprendiendo su lucha en128

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