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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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EL SIGLO XvIII y <strong>LA</strong> I<strong>DE</strong>NTIDAD LINGüíSTICA <strong>DE</strong> MéXICO 167<br />

Me congratulo por ser una persona muy afortunada ya que hay muchos<br />

hombres y mujeres a quienes puedo, y debo, darles las gracias. Vaya<br />

mi agradecimiento inicial a tres académicos de la lengua, al finado don<br />

Salvador Díaz Cíntora, a don Gonzalo Celorio y a don Vicente Quirarte,<br />

por la confianza y la generosidad de haber propuesto mi nombre a esta<br />

ilustre y noble corporación. Mayor generosidad todavía hubo en que el<br />

pleno de la Academia Mexicana de la Lengua Española haya respaldado<br />

esa propuesta y haya considerado que mi trabajo puede ser de alguna valía.<br />

Es un gran privilegio para mí sentarme ahora al lado de ellos y poder<br />

aprender de ellos.<br />

La UNAM ha sido siempre una segunda casa generosa que me ha permitido<br />

dedicarme a lo que me gusta —que no es poco— y transmitirlo,<br />

que me ha alentado en el diálogo académico, el crecimiento y las iniciativas.<br />

No es hoy la primera vez que digo que en la UNAM comprendí,<br />

desde mis épocas de estudiante de licenciatura, lo que era un Maestro,<br />

con mayúscula, en el mejor sentido socrático de la palabra. Cuatro me<br />

dejaron especial huella y gratísimos recuerdos de sus clases, dos de ellos<br />

son hoy académicos; doble privilegio para mí estar hoy con ellos en esta<br />

nueva casa: José Moreno de Alba me enseñó gramática del español y la<br />

organización gramatical de la lengua; Margo Glantz me enseñó a entender<br />

la literatura y no simplemente a contar el argumento de las novelas;<br />

con Dolores Bravo aprendí que el mundo colonial novohispano es verdaderamente<br />

fascinante, y Jorge Suárez, un hombre muy sabio y muy<br />

generoso, además de enseñarme lingüística, quiso llevarme de la mano<br />

para mostrarme también los pasos del oficio. Vaya desde aquí mi reconocimiento<br />

y mi gratitud a todos ellos. No puedo dejar de lado en esta mi<br />

querida UNAM a mis alumnos, posiblemente de quienes, y con quienes,<br />

más he aprendido. Algunos de ellos son hoy ya colegas, y amigos, ocupados<br />

también en la historia lingüística de nuestro país. Muchas gracias<br />

por la oportunidad de dialogar y compartir con ellos.<br />

México ha sido el país que generosamente me acogió, pero ha sido,<br />

sobre todo, el país que, nada más y nada menos, me ha dado una familia

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