MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

CARLOS GONZÁLEZ PEÑA
Vicente quirarte
La noche del viernes 21 de agosto de 1931, en el paraninfo de la Universidad
Nacional, donde una década atrás había sido velado el cuerpo del
poeta Ramón López Velarde, Carlos González Peña ingresó a la Academia
Mexicana de la Lengua. Ocupaba la silla que había dejado vacante
don Emilio Rabasa. El título de su discurso fue “Luis G. Inclán en la
novela mexicana”. La respuesta estuvo a cargo de don Victoriano Salado
Álvarez.
El nuevo miembro llegaba a la Academia con la publicación de cuatro
novelas, su imprescindible Historia de la literatura mexicana y una vocación
orientada fundamentalmente hacia la creación y la educación. En su
solidez, ponderación y armonía, su texto sobre el autor de Astucia, novela
fundamental de nuestro siglo xix, mantenía fidelidad a la tradición que
se había impuesto titular su conferencia del Ateneo de Juventud, del cual
fue miembro fundador, “El Pensador Mexicano y su tiempo”. Años después
de su ingreso a la Academia, en 1948, fue el primer escritor mexicano
en hacerse acreedor al Premio Nacional de Literatura, el cual recibió
de manos del presidente Miguel Alemán.
Los tres hitos anteriormente mencionados en la vida y la obra de Carlos
González Peña son suficientes para trazar la trayectora pública de
alguien que dedicó su energía a las letras como instrumento de personal
desafío pero también como medio para educar y transformar. Sin embargo,
¿cómo trazar un retrato más íntimo y cercano de nuestro compañero
que hace medio siglo fue al encuentro del alma y su máscara, para utilizar
el título de una de sus obras? Su nombre permanece en la más vasta memoria
lectora gracias a su heroica Historia de la literatura mexicana, desde
una niña llamada Margit Frenk, que en la secundaria fue testigo del mal
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