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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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sobre la familia léxica de ‘leer’ en los siGlos xvi y xvii 359<br />

bre esto que hace todavía 30 años, gracias a una serie de estudios sobre<br />

la oralidad y la escritura. Pero parece que estos estudios todavía no han<br />

pasado al dominio público. Y estamos tan condicionados por la cultura<br />

escrita, somos tan “escritocéntricos”, que muchas veces nos cuesta trabajo<br />

comprender el funcionamiento mental de un analfabeta o imaginar<br />

épocas y lugares donde predominaba el sonido de las palabras sobre su<br />

representación gráfica, para no hablar de aquellos en que toda comunicación<br />

era exclusivamente oral. Del mismo modo, el paso de la lectura en<br />

voz alta a la lectura en silencio no podía sino prolongarse durante siglos.<br />

Es bonito lo que a este propósito ha dicho Erik Havelock:<br />

Suponer que, después de un millón de años, la vista de un artefacto físico<br />

—un escrito— podía sustituir súbitamente el hábito, biológicamente programado,<br />

de responder a los mensajes acústicos, esto es, que el leer podía<br />

reemplazar el oír, de manera automática y fácil, sin ajustes profundos y artificiales<br />

del organismo humano, es darles la espalda a las lecciones evolucionistas.<br />

5<br />

Por algo, en español el verbo leer significó fundamentalmente, durante<br />

mucho tiempo, ‘leer en voz alta’; así lo define todavía en 1611 el Tesoro<br />

de Covarrubias: leer es “pronunciar con palabras lo que por letras está<br />

escrito”. Ya en el xviii el Diccionario de autoridades dirá: “Pronunciar lo<br />

que está escrito o repasarlo con los ojos”, y la última etapa nos la da el<br />

“Pequeño Larousse”, que se olvida de la pronunciación: “Recorrer con la<br />

vista lo escrito o impreso para enterarse de ello”.<br />

Los tratados de ortografía que en gran número se publicaron en España<br />

durante los siglos xvi y xvii son, de hecho, tratados de pronunciación,<br />

que enseñan a leer correctamente en voz alta al lector (que no era<br />

sino el intermediario entre el libro y su público). En esos tratados encontramos<br />

cosas verdaderamente muy curiosas. Se nos dice, por ejemplo,<br />

que el “lector” “en un mesmo tiempo deve leer a lo menos dos palabras<br />

del todo differentes: la primera, con la lengua, y con los ojos la siguiente,<br />

5 Véase ibídem, p. 40, nota 46.

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