MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

212 ARTURO AZUELA
yano, Carlos Barral, Carlos Blanco Aguinaga, Jorge Ruffinelli y Antonio
di Benedetto.
Los valores universales de la obra de Rulfo son intrínsecos, “no le
vienen de fuera, están dentro”. Por eso mismo, las alabanzas y los vituperios,
a estas alturas, no lo inquietan ni le hacen el menor daño. Su arte
fotográfico, alrededor del mundo, es una de sus claves culturales dignas
de admiración. Apenas estamos en el principio —en “la recepción inicial
de Pedro Páramo”, para dar un ejemplo excepcional—, en el análisis de
una biografía, con sus misterios, sus gavetas desconocidas, sus dones y
sus milagros, al amparo de una cultura extraordinariamente original, ajena
a cartabones y paradigmas preconcebidos.
II
SUSANA SAN jUAN
Uno de los mejores homenajes que podemos rendirle a Juan Rulfo, en
los 50 años de Pedro Páramo, es un acercamiento a sus personajes femeninos.
En esta novela, ya clásica, quizá la de mayor repercusión mundial
del siglo XX mexicano, las mujeres ocupan un lugar esencial, ya como
desposeídas o rencorosas, ya como muertas encargadas de resucitar los
viejos tiempos o entregadas sin reticencia al derecho de pernada.
Desfilan muchas, pero una sola es la protagonista: Susana San Juan.
Entre Dolores, Damiana, Felicitas, Chona, Juliana, Dorotea, Eduviges,
Donis, Justina, es Susana San Juan la mujer esperada, deseada, soñada, la
que se bañaba en el río con Pedro Páramo cuando eran niños.
Lentamente, en una página aquí y otra allá, se va recreando la historia
de una mujer que amaba profundamente el mar. “En el mar solo me sé
bañar desnuda...” Hija de Bartolomé San Juan, minero de la costa, sabe
que ella está en otro mundo.
San Juan, el apellido, es el de “El Precursor”, el de las aguas, el que
bautizó al Señor. El Juan significa ‘hombre de pueblo, buen hombre, un
sencillote’. Y Susana es una mujer célebre por su belleza y castidad. Qui-